Si no fuera por Alimento para todos, el Banco de Alimentos ubicado en la Ciudad de México que recupera toneladas de comida de supermecardos diariamente, los tres nietos de la señora Juana Flores Román morirían de hambre. Juana, de 50 años, se vio obligada a vivir en la calle después de la muerte de su marido acausa de diabetes y de perder su trabajo como vendedora de chilaquiles en un puesto ambulante. Desde hace tres años duerme detrás del Teatro Blanquita con su hija de 24 años, Nancy.

“En la calle aprendes a madurar mucho y a valorar lo que tienes como familia, porque hay mucha gente que no es de tu familia y te dice ‘mira hermanita ahí están dando de comer’ y ellos son como mi familia”, relata Nancy, actualmente desempleada.

Todas las tardes la joven abuela recoge a sus nietos de 3, 4 y 6 años de la escuela y asisten al comedor comunitario Vicentino, ubicado en la Plaza de la Conchita en Coyoacan. Después de hacer una larga fila son acreedores a un boleto que les permite entrar a comer lo que preparan las mujeres voluntarias. El comedor, a cargo de el padre Carlos Marcelino Cárdenas, sirve hasta 200 platillos diarios a personas en situación de calle gracias a las donaciones del Banco de Alimentos.

Desde el mediodía las personas en pobreza alimentaria comienzan a llegar a la plaza. Las únicas reglas para comer son tener boleto y no estar drogado, “muchos de ellos tienen problemas de drogas pero hasta que ellos no me piden ayuda yo no los remito a ningún centro de rehabilitación”, platica el sacerdote, quien se muestra rígido pero cariñoso con los comensales sin hogar.

El Banco de Alimentos surgió hace 22 años, y así como da apoyo al comedor Vicentino lo hace igualmente con otras instituciones. Actualmente atiende a 32,400 personas a la semana a través de instituciones aliadas. “Lo que se ahorran de comida, lo invierten en educación. Cerca del 75% de la población que ayudamos se percibe sin pobreza alimentaria después de un año”, comenta Mariana Jiménez Cárdenas, Coordinadora de Trabajo Social y Nutrición de Alimento para Todos.

Esta organización recibe donativos de más de 200 tiendas Walmart y productos lácteos de Fundación Lala, Nestlé, entre otras empresas. También consigue recursos a través de los redondeos que los usuarios hacen en tiendas Oxxo y Soriana.

Crédito: Shutterstock

Lo que nos falta no es alimento, sino igualdad

Si en México se recuperara la comida que se desecha, no habrían personas con hambre. Al día en el país se descarta cerca de 31 toneladas de comida apta para consumo humano, 35% de esta comida proviene del campo.

Entre todos los bancos de alimentos y otras instancias que se dedican al rescate de comida se recupera solamente una tonelada, cuando hay 55 millones de mexicanos en pobreza, de los cuales 28 millones viven en inseguridad alimentaria. “Si rescatáramos todo el alimento alcanzaríamos a alimentarlos a todos, todos los días”, apuntó Jiménez Cárdenas, nutrióloga de la asociación Alimento para todos.

Los bancos de alimentos surgen como un puente entre la gran brecha de la abundancia y el desperdicio, la riqueza y la carencia. El objetivo no es rescatar basura, sino alimentos dignos que sean aptos para el consumo humano sin poner en riesgo la salud de las personas.

En 1998 el Gobierno del Distrito Federal intentó hacer la Ley de Donaciones Altruistas de Alimentos que pretendía lograr una política de Cero Desperdicio en la ciudad, y eventualmente expandirse a otras entidades del país. Los esfuerzos resultaron en la Norma Oficial Mexicana de la Secretaría de Salud 169, que actualmente es la que regula las donaciones alimentarias de las instituciones de asistencia social, aún no alcanzan la política de Cero Desperdicio.

Entre otras cosas, esta norma estipula la capacitación que las instituciones deben brindar a sus beneficiarios para que sepan cómo alimentarse mejor y cómo aprovechar de mejor manera el alimento donado, con el objetivo de evitar el apoyo asistencialista o paternalista.

El padre Cárdenas Arias no permite que los beneficiarios asistan al comedor Vicentino más de cuatro meses, pero en algunas ocasiones hace excepciones. Por ejemplo, Juan lleva su boleta de calificaciones y recibe comida por tener el mejor desempeño en su escuela.

El ambiente que se vive en el comedor es promisorio. Al entrar todos los comensales saludan al padre por su nombre y él les responde: “buen provecho, hermano”. Para muchos estos alimentos son los únicos que ingerirán durante el día para seguir deambulando por las calles

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