Conocí a Sylvia Aranzabal hace unos meses en una ceremonia. Sylvia es madre de dos hijos y se dedica a leer el tarot y a terapias alternativas de sanación. Desde hace años la comunidad que ella creó a través de su cuenta de Twitter fue creciendo hasta llegar a convertirse en su círculo de amigos más cercano.

“Hablar de los que empezamos Twitter es hablar de una familia real que estamos en las buenas y en las malas. Me ha tocado estar en siete velorios de mis amigos tuiteros que pasaron desde un suicidio hasta uno que fue secuestrado en 2016, ayudamos a su familia a salir adelante”, me platicó sobre su experiencia.

Hoy, el grupo que conformó a través de sus seguidores de Twitter representa una valiosa amistad en su vida. Se reúnen cada mes a convivir y hablar de diferentes temas (entre ellos, por supuesto, Twitter). Las redes sociales hicieron su parte para conectar personas quienes terminaron siendo amigos.

Muchos no coincidimos en temas políticos y, sin embargo, nos hemos respetado y sabemos que a pesar de que no coincidimos estamos cuando nos necesitemos.Sylvia’

“Twitter sin dudar es otro mundo paralelo. Muchos no coincidimos en temas políticos y, sin embargo, nos hemos respetado y sabemos que a pesar de que no coincidimos estamos cuando nos necesitemos”, reconoció Sylvia.

El seductor anonimato de las redes sociales dilucida un mundo lejos de familiares, donde nadie te dice qué escribir o como escribir. Además, la comunidad con la que puedes llegar a contactar a partir de tus propios intereses crea nichos temáticos que te permiten ampliar tus conocimientos y comunicaciones al respecto.

“Ahí no tienes que darle explicaciones a nadie, no pasa nada si no contestas y te vas enterando al segundo de lo que sucede en alguna parte del mundo con gente real”, reflexiona @Chivita_Siab al respecto.

Todo esto sucedía en el ciberespacio hasta que un día decidieron llevarlo al mundo real. Fue la primera vez que Sylvia tuvo contacto físico con alguien de internet. En enero de 2010 organizó su “cumpleaños tuitero” en un restaurante. Ahí asistieron más de sesenta personas, muchos no se conocían, y fue el lugar donde se desvirtualizaron y ella pudo ponerle cara a las “arrobas”.

No importaba el título de nadie porque todos tenían un mismo título: “tuiteros”.

El caso de Sylvia y sus amistades tuiteras me pareció uno en un millón. Sin embargo, tiempo después conocí a Mónica, quien se hizo amiga de Ceci a través de Twitter hace casi 10 años. Ahora Ceci trabaja en Twitter y Mónica sigue siendo una de sus amigas más cercanas.

Cada vez más me percato que la rara empiezo a ser yo por no entablar amistades duraderas con cibernautas tuiteros.

Cuando supe que su amistad había nacido en Twitter, les pregunté sorprendida: “¿Cómo puede ser esto posible?”

“Pues así”, me contestó Mónica con una afable sonrisa. “¿Qué tú no tienes amigos de Twitter?”, me reviró.

En realidad no, no tengo, pero cada vez más me percato que la rara empiezo a ser yo por no entablar amistades duraderas con cibernautas tuiteros.

Lo que he cierto es que las redes han ampliado nuestra cercanía con personas desconocidas en el plano físico, pero conocidas en el mundo virtual. También han reducido la distancia física entre nuestros interlocutores. A veces caemos en el fenómeno que comienza a ser tendencia: ignorar a tu compañero de junto por hablar con alguien quien se encuentra en otro continente.

Las redes tienen la enorme y atractiva característica de unirnos con personas que hablan de los temas que nos interesan, de esta forma nos conectan con gente parecida en puntos de vista o formas de pensar. En realidad, lo que me sorprende quizá no es tanto que existan amistades tuiteras, sino que estas conexiones permanezcan en el tiempo.

Algo que Sylvia, Mónica y Ceci han sabido hacer y eso, no deja de sorprenderme.

* Este contenido fue originalmente publicado en ‘HuffPost’ México.

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