Declaro la guerra en contra de mi peor enemigo que es… los kilos.

No he conocido mujer que no tenga, o haya tenido, un problema con su peso.

En la escala están desde las que han dejado de hacer planes o actividades por la inseguridad que se desprende de su cuerpo, hasta las que han llegado a ser internadas por rozar los límites entre la vida y la muerte, derivados de una enfermedad alimenticia.

En el nivel que te encuentres, como mujer siempre hay un issue con el cuerpo.

¿Cuándo vamos a aceptarnos y abrazar un estilo de vida saludable para cuidar nuestro bienestar, no solo físico, sino mental y emocional?

¿Cuándo vamos a dejar las dietas extremas y remedios milagrosos que prometen terminar con el sobrepeso en 20 días? ¿Cuándo vamos a entender que le estamos haciendo daño a nuestro cuerpo?

La imagen que tenemos en la cabeza de “el cuerpo perfecto” es el resultado de una construcción sociocultural que exige altos estándares en el aspecto físico y esclaviza a las mujeres, quienes creen que si no están delgadas no merecen la felicidad.

“Si no estoy flaca no soy feliz”, me dijo una amiga.

En el momento pensé que era una postura muy radical, pero reflexionando sobre ello me di cuenta que yo sentía lo mismo.

Las veces que más delgada he estado en mi vida, sentí como la pérdida de peso me brindaba una especie de libertad acompañada de seguridad personal.

Me arrepentí de haberme hecho daño, creyendo que alcanzar una meta de 50 kilos me daría la felicidad que quería.

Le quité peso al peso. Ya no pensaba en eso todo el tiempo y mi obsesión por verme flaca paró. Sin embargo, eso solo duró unos cuantos meses porque fue una meta aislada que obsesivamente quería alcanzar. Y al no acompañarla con una transformación personal, no se mantuvo.

Yo creía que había intentado varias cosas para bajar de peso, pero cuando escuchas historias de mujeres a tu alrededor te das cuenta que es una constante. Y que a muchas mujeres no les importa su bienestar, sino simplemente estar flacas a costa de lo que sea.

“Tómate estas pastillas y no te va a dar hambre”, me ordenó una de las primeras nutriólogas que visité cuando era adolescente.

Esa dieta me hizo bajar casi 10 kilos, solo tenía que tomarme las pastillas (que ni siquiera venían etiquetadas) una vez al día y mi ingesta calórica se reducía inmediatamente.

Años después de seguir este extremo método me detectaron hipotiroidismo y, aunque el endocrinólogo no pudo asegurar al cien por ciento la causa de este padecimiento, apuntó a una posible ingesta de las pastillas para bajar de peso, que hace años había tomado.

Me arrepentí de haberme hecho daño, creyendo que alcanzar una meta de 50 kilos me daría la felicidad que quería.

Me pregunto cuántas mujeres están conscientes del autoatentado en el que caen con cada dieta extrema a la que se someten.

He escuchado de todo. Una señora que cuando era joven probó un tratamiento en el que le vendaban con yeso el estómago. Lo hizo tres veces hasta que la Cofepris prohibió este procedimiento, y aún así ella trató de convencer a la encargada de la clínica que se lo siguieran haciendo, a pesar que atentaba contra su vida.

Otra persona que conozco de 55 años se ha hecho 5 veces la liposucción.

Me pregunto cuántas mujeres están conscientes del autoatentado en el que caen con cada dieta extrema a la que se someten.

Muchas mujeres piensan que una liposucción va a resolver sus inseguridades y están en un error. Cambiar tu cuerpo de una manera tan drástica como es el sometimiento de una cirugía impacta en la forma como te relaciones con el mundo.

“Esta no soy yo”, me dijo una amiga tras semanas de haberse operado, creyendo que una lipoescultura resolvería sus conflictos personales.

La nutrióloga Mariana Godoy considera que el cuerpo es tan sabio que si tienes una dieta variada — evitando azúcar, lácteos en exceso, alimentos empaquetados—, es decir, lo cuidas de manera saludable, este “te lo agradece y toma su forma natural”.

El proceso de perder peso se ajusta al estilo de vida que llevamos. En su libro, Perder peso es un viaje sanador, Katrina Love, relata su experiencia como comedora emocional. Para ella, las soluciones temporales para perder peso, como dietas, pastillas o cirugías no atacan ni resuelven el problema emocional que ha causado el rechazo a nuestros cuerpos.

¿Cuándo vamos a dejar las dietas extremas y remedios milagrosos que prometen terminar con el sobrepeso en 20 días?

“El proceso de perder peso para mí fue aprender a aceptarme a mí misma. Entendí que comer era mi manera de lidiar con el miedo y mis sentimientos de inadaptación. Y para muchas mujeres el problema es la desconexión que tienen con su guía natural que es su cuerpo. Perder peso para siempre involucra cultivar la confianza en ti misma”, relata la autora.

El secreto es que no hay secreto. No hay milagros. Para que el resultado que deseas se mantenga tienes que ser constante en una rutina que se forje de hábitos saludables que le hagan bien a tu cuerpo y por tanto, impacten positivamente en tu mente.

“Hoy en día se habla de que la delgadez es un privilegio que te da estatus”, apunta la nutrióloga mindfulness Lorena Aranda, “porque hay gente que no tiene acceso a hacer deporte o el dinero para consumir productos frescos”.

Para ella, la obsesión por los kilos se reafirma por la obesofobia, que cada vez más genera el miedo por estar gordo. Cuando alguien baja de peso siempre se le felicita.

Estamos expuestos a un bombardeo constante en el que se reafirma el éxito por la delgadez. Nos encontramos inmiscuidos en la lucha por perder peso, y esta se empieza a ver como algo aceptable y como un logro.

La conductora hondureña, Satcha Pretto, publicó una de las primeras portadas en las apareció en una revista, en la que sale posando cuando tenía 27 años. El comentario que destaca ella es: “Peso lo mismo que cuando salí en esa portada” (hace 10 años)”. Como si fuera el éxito más grande de su última década.

Como este ejemplo desgraciadamente hay miles. Las figuras públicas continúan replicando patrones basados en las exigencias del peso en las mujeres, sin darse cuenta lo nocivo que esto puede llegar a ser.

* Este contenido fue originalmente publicado en el ‘HuffPost’ México en noviembre 2018.

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