Para recuperar el equipo fotográfico que le robaron en el ataque durante la gira de la precandidata indígena Marichuy en Michoacán, mi querida amiga periodista Daliri Oropeza organizó un trueque de ropa y accesorios en el “Mercadillo de Pulgas” al que me invitó y el resultado fue revelador.
Un espacio de sororidad para compartir la tarde, la ropa y los saberes en La terraza del Pulquito, en San Andrés Cholula. Los encargados de este sitio son dos hermanos que se llaman Hugo (sí, los dos tienen el mismo nombre). Entre los Hugos y la novia de uno de ellos, la española Clara, atienden a los clientes, ven la organización del lugar, sirven los tragos y agendan los próximos eventos. El pulque, proveniente de Tlaxcala (uno de los mejores que he probado), lo trae el papá de los hermanos, quien también se llama Hugo.
Desde el flanco derecho de esta amplia terraza se observa la Iglesia de Cholula, en la punta de la montaña y en los intensos atardeceres de esta ciudad poblana, la terraza es un espacio privilegiado para contemplarlos. Este fue el escenario en el que se llevó a cabo el Mercadillo de Pulgas.
Las nuevas formas alternativas de consumo están cada vez más presentes en la red y en las calles, en bazares y en terrazas.
En una esquina, las alumnas de la Maestría en Comunicación y Cambio Social de la Universidad Iberoamericana de Puebla montaron un par de tubos, dos mesas de madera y una pequeña banca para colocar la ropa que juntaron para el trueque.
Entre el grupo de mujeres, juntaron algunas prendas y accesorios para empezar, pero después de tres horas la cantidad de ropa y accesorios se multiplicó a una escala que ninguna esperaba. Llegaron mujeres y hombres a donar, comprar e intercambiar ropa.
El trueque se llevaba a cabo con fichas de colores, pero si no llevabas otra prenda que cambiar, entonces por 50 o 100 pesos podrías comprar vestidos, blusas, shorts, entre otros objetos. Si por el contrario acudías con alguna prenda podías truequear prenda por prenda o accesorio por accesorio, entre aretes, collares y hasta el cuadro con el poster de Jim Morrison, que adornó esta esquina, la cual unió por una tarde a la comunidad en un intercambio de sentires.
Una señora que llegó por casualidad a la terraza se emocionó al ver que ese sábado había una dinámica para intercambiar ropa usada. Me platicó emocionada que durante los años que vivió en Argentina con dos roomies siempre se prestaban ropa.
“Lo que una no quería o ya había usado múltiples veces, para la otra era un lindo vestido que estrenar para salir”. Después de esta dinámica con sus compañeras de piso, ambas latinas, siempre trata de buscar lugares en donde intercambiar prendas.
“Los únicos vestidos que no intercambio son los que mis roomies me regalaron, porque son un recuerdo de los años que compartí con ellas”, me relató con nostalgia mientras escogía lo que se iba a llevar del mercado.
Compartí con ella experiencias y vivencias de Buenos Aires, que fue mi querido hogar durante el 2010. Nos reímos y disfrutamos de las remembranzas que el parque de la Recoleta, las clases de tango en San Telmo y los pintorescos colores de la Boca traían a nuestro recuerdo más feliz.
La idea de Daliri cuando concibió este espacio fue la participación de las personas en el intercambio de sentires y saberes. “Todo comienza con la ropa, pero desemboca en compartir experiencias y otras cosas que ya no ocupas”.
En cuanto llegué vi un vestido que me encantó, bastó un minuto para probármelo y comprobar que era la talla exacta para usarlo esa misma noche, y ahora se ha convertido en una de las prendas favoritas en mi armario. Saber que ese vestido perteneció a alguien más quien tiene mi mismo gusto y mi misma talla me hace imaginar historias de las veces que la prenda fue usada, en qué momento y por quién.
“Yo ya compro ropa usada”, le dije a mi amiga cuando el trueque terminó y yo tenía puesto el lindo vestido.
Ella sonrió satisfecha.
“Que continúe”, me dijo, “que crezca este movimiento”.
Y este deseo se está cumpliendo.
En México, existe una creciente tendencia a abrir espacios de intercambio o venta de prendas de vestir a precios módicos, con el objetivo de evitar gastar demasiado dinero para estrenar ropa y, al mismo tiempo, reutilizar las prendas en un esquema ecológico.
En este contexto, Lucía Bosch y Ximena de Iturbide crearon el Armario Comunal, un concepto de moda sustentable que se basa en crear conciencia de nuestro consumo vistiendo piezas preusadas, tomando en cuenta que la industria de la moda es la segunda que más contamina en el mundo.
La idea surgió en un intercambio de ropa que organizaron entre amigas, fue tan exitoso que unos meses después ya eran cientos de personas interesadas en acudir a donar su ropa y llevarse modelos distintos a su clóset.
En poco más de un año han organizado cuatro bazares con gran respuesta de la gente. La primera etapa fue la recolección de las prendas, quienes donan su ropa pueden hacer un trueque por otras sin tener que pagar. Mientras que las que únicamente acuden al bazar pueden encontrar precios módicos para poder comprar. El mensaje detrás de este concepto es “Adiós a la acumulación innecesaria y estresante”.
De esta misma preocupación por el consumismo voraz, surgió ReUseMe, un espacio alternativo de venta y compra de artículos de segunda mano en línea. En esta plataforma puedes encontrar artículos para cualquier miembro de la familia. Tras crear tu cuenta online puedes ofrecer productos de cualquier tipo siempre y cuando estén en buen estado. Tienes tres meses para que algún interesado compre el artículo ofertado, si esto no sucede entonces es donado a diversas asociaciones.
Otro proyecto de reciente creación que camina en esta misma lógica es Recyclo, que funciona como un “ropavejero virtual”.
Después de tratar de buscar lugares para darle una segunda vida a los objetos que él ya no utilizaba, Alberto Herrera vio la necesidad de crear esta plataforma online en donde las personas postean los artículos que ya no usan para que otros interesados puedan reutilizarlos.
La plataforma ya rebasa los cuatro mil usuarios y alrededor de este concepto se ha creado una comunidad agradecida, que comparte el uso que le da al objeto donado y cómo este ha cambiado la vida de su familia. “Menos consumismo, más comunidad”, es el mensaje de esta propuesta ciudadana.
Las nuevas formas alternativas de consumo están cada vez más presentes en la red y en las calles, en bazares y en terrazas.
En mi asiduo caminar por la colonia Juárez encontré una de las tienda interesante, que rápidamente se convirtió en mi favorita. Se llama “Nine Lives” (Nueve Vidas) y el logo es un gato, porque emula las diferentes vidas que puede tener una prenda al cambiar de dueño.
En este reducido pero bien acomodado espacio en la calle Lucerna se ofertan prendas vintage para hombre y para mujer a precios accesibles, tienen un gran catálogo y ropa bien conservada.
El resultado de la invitación de mi amiga Daliri a su Mercadillo de Pulgas transformó mi forma de vestir y de pensar. Desde esa experiencia yo ya compro ropa usada ¿y tú?
* Este contenido fue originalmente publicado en el HuffPost México