Cuando Fiona** tenía diez años le preguntaba a su mamá para qué servían las toallas femeninas, como respuesta era ignorada. Cuando se percató que este cuestionamiento incomodaba a su madre lo hacía más seguido, nunca recibió ningún tipo de explicación acerca de la regla básica de educación sexual para cualquier mujer: ¿qué debo saber sobre mi periodo? ¿Cómo funciona?

A pesar de ser la más chica de tres hermanas, el conservadurismo de su casa nunca cedió a ningún tipo de apertura sexual para comentar el tema. Ellas tuvieron que averiguarlo solas.

Cuando Fiona tenía 21 años fue al ginecólogo acompañada por su madre. Cuando ingresó al consultorio el doctor le preguntó si se sentía cómoda con que su madre entrara, ella no tuvo objeción y ambas ingresaron al cuarto de consulta.

Como parte del protocolo médico, el doctor le preguntó a Fiona si tenía relaciones sexuales y ella tranquilamente contestó que “sí”. Para ese entonces, ella ya llevaba más de un año con su novio con el que mantenía una relación bastante estable.

A pesar de ser la más chica de tres hermanas, el conservadurismo de su casa nunca cedió a ningún tipo de apertura sexual para comentar el tema.

Decirle al médico que era activa sexualmente no le pareció ningún atrevimiento. Sin embargo, cuando salieron del consultorio y durante los tres días siguientes su madre no le dirigió la palabra.

Su mamá falleció al tercer día sin hablarle a su hija. Fue víctima de un secuestro en la Ciudad de México y tras un fallido rescate, sus captores la mataron. Murió sin dirigirle la palabra a su hija por enterarse que no era virgen y que por el contrario, tenía una vida sexual activa.

“Sé que me perdonó porque antes de su secuestro me dejó un billete con una nota indicándome que el dinero era para comprar mis medicinas”, me confesó Fiona años después de la muerte de su madre.

“¿Esperaba que su hija de 21 años llegara virgen al matrimonio?”, le pregunté.

“No sé qué esperaba, nunca me habló de sexo”, me respondió.

Después de ese novio con el que duró un par de años tuvo otros tres más. Hasta que su prima le presentó a José, su ahora esposo. Desde la primera cita se gustaron y en menos de un mes ya se la pasaban hablando todos los días y durmiendo juntos.

Dos meses después Fiona descubrió que está embarazada. Se planteó tener un aborto, pero al final decidió no hacerlo.

A pesar de haberse embarazado antes de tiempo, decidió que sí quería ser madre y quería tener ese hijo con José.

El papá de Fiona enfureció cuando supo la noticia y le reprochó: “No sabes ni cuidar de ti misma, ¿cómo vas a poder cuidar de alguien más?”

A pesar de no estar convencidos de querer casarse, la presión de las familias los obligó a organizar una ceremonia antes de que el bebé naciera. Ahí, Fiona leyó una carta dirigida a su madre, en la que expresaba la falta que le hacía en estos momentos.

Desde la muerte de su mamá, todos los 10 de mayo padecía su ausencia más de lo habitual. Pero esto cambió en 2015, cuando estaba embarazada de su primogénito y la alegría la inundaba con cada felicitación que recibía.

Su hijo nació el 2 de octubre de 2015 y su relación con José se fortaleció.

“Cuando José y yo decidimos tener a nuestro primer hijo no nos conocíamos”, me confesó Fiona, “esto hizo que nos respetáramos aún más y consideráramos nuestros espacios personales como algo sagrado, porque en realidad no había el grado de confianza que alcanza una pareja con los años. Pero esto resultó sorprendentemente como algo muy positivo”.

Hace un año nació su segundo hijo. Ahora como madre de dos hijos, Fiona se cuestiona el tipo de educación sexual que le tiene que dar a sus hijos.

A menudo discrepa con José sobre si las novias de sus hijos podrán estar en sus recámaras. Ella considera esto totalmente inapropiado, mientras él lo prefiere.

La primer lección de educación sexual que su hijo mayor recibió por parte de Fiona fue para evitar abusos sexuales. A sus tres años ella le repite: “Nadie te puede agarrar el pene más que tú o tus papás cuando te bañan”.

La primer lección de educación sexual que su hijo mayor recibió por parte de Fiona fue para evitar abusos sexuales.

En los últimos veinte años la importancia de la educación sexual ha escalado. Ahora se considera necesaria para prevenir abusos infantiles.

En un contexto en el que México ocupa el primer lugar a nivel mundial en abuso sexual a menores de 14 años, el tema se considera fundamental.

El trágico escenario en el que 4.5 millones de niños en México son víctimas de este delito ha resultado en que la primera “plática” sobre sexualidad que los infantes reciben en su vida sea encaminada a reconocer cuando son víctimas de abuso sexual.

Cuando Fiona y yo teníamos 10 años, la única clase de educación sexual que nos daban en la escuela primaria era una sesión de 45 minutos en la que te explicaban la anatomía del aparato reproductor femenino. Mientras que en casa, el tema se evitaba porque incomodaba.

A nosotras nunca nos hablaron de sexo, pero en las nuevas generaciones la educación sexual se ha tornado indispensable para evitar abusos sexuales en niños.

** Debido al tema presentado la autora cambió el nombre de la protagonista de esta historia.

* Este contenido fue originalmente publicado en el HuffPost México.

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