Los temblores suelen ser el barómetro para saber a quién le importas y a quién no. En una situación de emergencia esto no se pueda ocultar.

Tenía un amigo que definía la relación que mantenía con su exesposa a partir de las llamadas que recibía cada vez que temblaba. Era la única comunicación que después de años de divorciarse seguía teniendo con su ex.

“Solo nos llamamos cuando tiembla”, me decía sin mostrar emoción.

Un sismo de fuerte magnitud es revelador. Porque no es una fecha esperada, como tu cumpleaños por ejemplo, en la que estás a la expectativa de quién te llamará y quién no, y el vacío que puede dejar un mensaje de felicitación no recibido. Un temblor irrumpe, es impredecible y la gente que se comunica contigo para saber cómo estás no lo pensó dos veces, actúa en una situación de emergencia y de genuina preocupación.

AOL

Juchitán, Oaxaca. Septiembre de 2017.

Hay personas de quienes recibes una llamada o un mensaje que no esperabas jamás recibir. Que ni siquiera viven en tu misma ciudad o país, que no consideras ni tu amigo. Ay, ¡qué cosas suceden tras el sismo! Te das cuenta de quién piensa en ti. Y viceversa, quién no piensa en ti.

Hay personas quienes aseguran serán las primeras en llamar y nunca recibes ni un mensaje para confirmar que estás con vida.

Cuando el sismo del 19 de septiembre de 2017 sacudió la Ciudad de México, un amigo periodista hizo un ejercicio interesante: Diego Urdaneta se dedicó a entrevistar a varias personas preguntándoles quién había sido la primera persona en la que habían pensado tras el sismo.

Después de buscar a exparejas y mascotas, algunos respondieron que a su familia y otros, sorprendidos, mencionaron los errores que habían cometido con sus exnovios o exnovias y la preocupación que sintieron al imaginar que pudieran haber muerto.

AOL
Paseo de la Reforma, en CDMX, el 19 de septiembre de 2017 minutos después del sismo.

Tengo una amiga que tiene un año de haberse divorciado (no en muy buenos términos), y al no recibir una llamada del susodicho tras el temblor, descartó cualquier posibilidad de intentar algo con él. “Él sabe cómo me asusto en los temblores, y no me llamó ni para saber si estaba viva”, expresó días después. “Ya no espero nada más de él”.

Los movimientos telúricos reacomodan emociones y sensibilizan afectos.

La primera persona de la que recibí un mensaje después del fuerte sismo del 19 de septiembre fue de alguien a quien he visto una vez en mi vida y que no vive en el país.

Nunca me hubiera imaginado que él se acordaría de mí aunque fuera la peor tragedia de la historia, pero en el temblor lo hizo, fue el primero. Me sorprendió saber que le importo más de lo que pensaba.

Antes que las líneas se saturaran y que el servicio dejara de funcionar ese día, a la primera persona que llamé fue a mi papá.

“Hola Val, ¿Cómo estás?”, me respondió como si llamara para saludarlo.

“¿Estás bieeen?”, le grité.

“Sí, aquí paseando a Olivia (la perrita que vive en casa de mis papás)”, me dijo sin mostrar preocupación.

“Papáaa, acaba de temblar durísismo, ¿qué te pasa?”, lo alerté como si no hubiera caído en cuenta de la situación.

“Sí, ¿verdad?”, expresó.

“Estoy con mi mamá y con mi hermana, estamos todos bien”, colgué.

En ese momento, solo quería saber que estuviera vivo. Terminé la llamada de tajo, su negación me hacía sentir ridícula.

AOL
Centro de acopio establecido en la Fuente de las Cibeles por ciudadanos luego del sismo de septiembre de 2017.

Soy periodista desde hace una década. La pasión de este oficio alimenta mi alma (para bien y para mal). En desastres y sucesos trágicos, después de mi familia cercana (mamá, papá y hermana) pienso en mi equipo y en que esta será una larga jornada. Los llamo inmediatamente después de pensar en mi familia.

-¿Estás bien?, es la pregunta obligada.

-Sí, ¿tú?

-Sí. Vamos en vivo, hay que checar las horas en las que haremos enlaces, si hay muertos, derrumbes y que el camarógrafo se vaya a levantar imagen de las zonas más afectadas.

-Tengo un reporte de desgajamientos en la carretera, probablemente haya muertos.

-Viajamos al epicentro y que otro equipo se quede acá.

-Te veo en la oficina, ¡YA!

Y así… la aventura comienza. Una jornada maratónica en la que sabemos que vamos a recorrer las zonas más dañadas, entrevistar a damnificados, dormiremos poco pero el cansancio no llegará porque la adrenalina nos mantiene en vilo durante la cobertura.

En el trayecto recibo mensajes de amigos, amigas, fotos en grupos de WhatsApp, que contesto solo para confirmar que estoy bien. Pero mi mente ya está en otro lado.

Aunque debo confesar que cuando el rush de adrenalina pasa, me acuerdo de quien no me llamó para preguntar cómo estaba.

AOL

Después del sismo compartí experiencias con varias personas cercanas. Me describieron qué sintieron, dónde estaban y cuáles fueron los primeros pensamientos que brotaron. Escuché muchas anécdotas en los meses posteriores hasta que el tema llegó a ser redundante.

Sin embargo, hubo una historia con la cual me conecté, no porque fuera extraordinaria, quizá por la manera cómo la transmitió mi amigo poeta, quien estaba en la regadera durante el sismo. Cuando logró salir corrió a su balcón a buscar a su gatita Madrina, que estaba a punto de aventarse del segundo piso del edificio donde vive.

Todos sus libros se habían caído de los estantes de su biblioteca y algunos cuadros también. Madrina se escondió durante una hora en un estrecho espacio detrás de la televisión, mientras el poeta trataba de poner orden en su mente y su departamento.

Cuando el viernes 16 de febrero se presentó otro fuerte sismo de 7.2 grados pensé en Madrina. Le escribí al poeta para preguntarle por su gatita, quien esta vez encontró un rincón detrás de la lavadora y él permaneció agarrado de la barra de la cocina.

Y tú… ¿sabes a quién le importas?

Espera al próximo temblor para confirmarlo.

AOL

Niños que conocimos en Juchitán, Oaxaca, como parte de la cobertura luego del sismo de septiembre de 2017. Ellos vivían en un albergue temporal.

 

 

* Este contenido fue originalmente publicado en el HuffPost México.

Write A Comment