Las noches de micrófono abierto en el Beer Hall han comenzado a cobrar fama. El ameno bar de stand-up comedy ubicado en la colonia Roma ha sido un espacio para que nuevos comediantes presenten sus shows ante un reducido público, pues el espacio no permite más de 50 personas.
Fui invitada por un grupo de amigos, quienes se dieron cita a finales de enero en este sitio. Éramos ocho en la mesa de la segunda fila del lugar. El público guardó silencio para escuchar el último show de la noche. Un tipo alto y gordo se presentó haciendo bromas sobre mujeres, migrantes y negros. Repitiendo el mismo tema una y otra vez. Al primer chiste la audiencia sonrió, pero después únicamente unos cinco hombres que ocupaban la primera mesa se reían, era evidente que venían con él.
Después de 10 minutos de chistes sexistas, me pareció demasiado e interrumpí su espectáculo.
“¿Qué no te sabes otros chistes?”, le pregunté.
A lo que sus amigos en la primera mesa reaccionaron molestos y el “comediante” en cuestión me miró incómodo.
La comedia prosiguió en la misma línea, chistes en contra de mujeres que ni siquiera resultaban entretenidos.
El comediante habló de “las viejas” y sus poses estúpidas en redes sociales y todas son iguales y “putas”.
Volví a interrumpirlo y esta vez me contestó muy molesto. Tanto que decidió suspender el show y bajar del escenario.
El nivel de comedia habla mucho de la educación y mentalidad de un país.
Sus acompañantes me reclamaron con un primitivo “daaaaaaaaaa” (léase gritando y con la boca bien abierta), como muestra de su falta de elocuencia y en la mesa que yo estaba se suscitó un debate.
¿Hasta qué punto los chistes sexistas y discriminatorios son demasiado? ¿Puede alguien de la audiencia interrumpir al comediante que no deja de burlarse una y otra vez de la gente vulnerable?
Algunos estuvieron de acuerdo con que si es un show de comedia, se puede decir lo que sea y no es razón para interrumpirlo. Sin embargo, otros coincidieron en que el nivel de los chistes replicaba un discurso discriminatorio y sexista que debe evolucionar.
Es muy fácil seguir replicando la vieja fórmula de señalar a los grupos más vulnerables y mofarse de ellos. El nivel de comedia habla mucho de la educación y mentalidad de un país. No es que se escuden en que el stand-up comedy permite todo y apunta hacia la irreverencia. Se requiere una comedia inteligente en México, que los chistes racistas, discriminatorios, clasistas y sexistas evolucionen. Como comenta la columnista Gabriela Castillo: “No hay chistes prohibidos sino abordajes ineptos”.
A pesar de que el stand-up comedy tiene más de medio siglo de existencia, en México el boom llegó hace una década. Uno de los pioneros en el género fue Piolo Juvera, y después de él miles de jóvenes se iniciaron en este tipo de comedia.
10 años después de su llegada a México la fórmula en la que ha caído este tipo de comedia es patética y floja.
La evolución que tuvo la comedia en México con el stand-up marcó una diferencia en la forma como se llevaban a cabo los shows. Se distanció de los espectáculos noventeros protagonizados por Jo jo jorge Falcón o los Mascabrothers, y comenzó a presentarse en bares y lugares más exclusivos para un público selecto que gozaba de la crítica social y chistes inteligentes.
Sin embargo, 10 años después de su llegada a México la fórmula en la que ha caído este tipo de comedia es patética y floja. Se replican las misma situaciones en las que se burlan de los ‘nacos’, los negros, los pobres, etc. Sin aportar algo diferente al show que permita ir más allá de reírse de lo mismo una y otra vez, lo que evidencia la poca o nula creatividad de los malos comediantes, quienes se quedan en el chiste fácil sobre quien está en situación de vulnerabilidad.
“Nadie ha hecho una rutina que nos haga pensar, que nos haga ver a nosotros mismos lo ridículo que es discriminar lo que sea”, dice la standupera Mónica Escobedo.
El chiste del menor esfuerzo basado en estereotipos viejos y gastados es lo que está caracterizando al stand-up en México.
No tenemos que quedarnos con los mismos chistes racistas de Sofía Niño de Rivera.
La esencia de este tipo de espectáculos surge de la voz de los oprimidos. En la Gran Depresión de 1929 en Estados Unidos, los grupos discriminados y más pobres, representados por los judíos o afrodescendientes, encontraban en los teatros de Nueva York un espacio de autocrítica basado en la comedia, para reírse de la trágica situación que los azotaba en esa época.
Las condiciones en las que se presentaban eran muy básicas, por lo que no tenían ni una silla para sentarse durante el espectáculo. De ahí nace el nombre de “stand-up” para definir este género.
Hoy en día, una de las mayores exponentes del género en México, Sofía Niño de Rivera, se burla del otro, del oprimido, en su condición de niña pudiente. Tras el lanzamiento del especial de stand-up en Netflix, la comediante fue duramente criticada por los chistes que replican los mismos estereotipos añejos. Relata su experiencia cuando viajó a Sudáfrica diciendo que allá no hay personas de color sino gente con tez color morada, de tan negros que son.
Para ser chistoso se requiere más que un monólogo de bromas. Se requiere inteligencia social. El psicólogo, David Buss señala que “el humor apunta a una habilidad de ponerte en el lugar del otro y entender lo que el otro considerará como algo chistoso”.
La escritora Olga Khazan, de The Atlantic, considera que “estamos viviendo en la era dorada de la comedia hecha por mujeres”. Como principales exponentes en Estados Unidos están Tina Fey, Lena Dunham, Mindy Kaling, Abbi Jacobson, Ilana Glazer, que aunque no son las primeras mujeres en tener sus propios shows, si son pioneras en hacer bromas sobre los problemas que enfrentan como mujeres. Chistes feministas que reflejan las situaciones diarias por las que tienen que pasar, de una manera creativa y alentadora.
En México, por fortuna se están abriendo nuevas opciones de abordajes de stand-ups, inteligentes y creativos. Por ejemplo, hace dos meses se llevó a cabo el stand-up feminista, a cargo de Sandra Lasso e Itzel Arcos. También el Punto Gozadera, ofrece espectáculos de stand-up en los que aborda la comedia y situaciones cotidianas con perspectiva de género.
No tenemos que quedarnos con los mismos chistes racistas de Sofía Niño de Rivera, que replica estereotipos basada en atacar a los grupos tradicionalmente discriminados.
Cada público tiene el nivel de comedia que merece, por esta razón decidí interrumpir al comediante que declamaba chistes sexistas esa noche en el escenario del Beer Hall.
No es chistoso ni creativo, no vale la pena seguir replicando un discurso misógino en los escenarios. Eso no es comedia inteligente.
* Este contenido fue originalmente publicado en el HuffPost México.