Ricardo trabaja en el paraíso godín: Santa Fe. No usa más el pelo largo (como durante años lo hizo). Todos los días viste de traje y corbata. Procura prepararse comida en su casa para evitar salir a restaurantes diariamente. Su hora de entrada es antes de las 8:30 de la mañana, tiene menos de dos horas para comer y sale después de las 6 de la tarde.

“Nunca había estado tan feliz como ahora que soy godín”, me dijo un día, “me encanta usar traje y tener una hora de entrada”.

A diferencia de la mayoría de los adultos jóvenes menores de 30 años, a Ricardo le gusta despertarse temprano. Tener una hora de entrada le permite aprovechar la mañana de manera inmediata sin perder el tiempo o quedarse dormido hasta mediodía.

“Me despierto temprano y puedo empezar a trabajar, me baño y me voy a la oficina. Antes perdía toda la mañana”, platica al comparar sus rutinas laborales.

El acelerado ritmo de la cultura corporativa ha crecido junto con cada edificación que alberga a los miles de godinez.

Cuando me encuentro con Ricardo en el paraíso godín es la 1 de la tarde de un jueves. Él lleva casi medio día de trabajo y yo apenas estoy organizando mi jornada laboral.

Camino por las zigzageantes calles de este paraíso godín, en el que todo el mundo emana productividad con un look formal, escucho que hablan inglés y los gigantes edificios formados uno tras otro me intimidan.

El acelerado ritmo de la cultura corporativa ha crecido junto con cada edificación que alberga a los miles de godinez, quienes diariamente se transportan a este sitio de negocios.

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En este paraíso godín se respira agilidad empresarial.

VALERIA LEÓN

Esta vez visité el paraíso godín con otros ojos. Los ojos del asombro.

Santa Fe cumplió su cometido: lo que se pensó como un centro corporativo en el que las oficinas se ubicarían en un mismo sitio y así facilitarían la cultura empresarial, es una realidad.

En el paraíso godín puedes encontrar lo que sea. Prácticamente cualquier restaurante famoso tiene una sede aquí, cualquier tipo de servicio especializado: si es tendencia, está en Santa Fe.

Durante las primeras dos décadas en las que se desarrolló, Santa Fe se convirtió en un túnel sin salida. La nula planeación urbana que se gestó en torno al hoy paraíso godín saturó las escasas vías que en los noventa estaban disponibles para acceder a este sitio.

Uno de los primeros edificios que se construyó fue el Conjunto Calakmul (1997), del arquitecto Agustín Hernández, conocido popularmente como la “Lavadora” por los grandes ventanales redondos empotrados en una estructura cuadrada. Cuando este arquitecto concibió la idea imaginó la grandeza de la civilización maya contenida en un edificio que albergaría a las grandes compañías que estaban haciendo negocios en México a finales de los noventa. Así se instalaron las oficinas de Pepsi y la firma estadounidense de equipos electrónicos de almacenamiento de datos Storagetek.

Los primeros trabajadores que ocuparon este espacio lidiaron con las manifestaciones de pepenadores, quienes fueron desplazados de estas grandes extensiones de tierra de basureros.

A pesar de las últimas construcciones inauguradas, como la SuperVía, las vialidades aún son insuficientes.

Lo más efectivo que se construyó en cuestión de vialidades para llegar a Santa Fe fue el paso a desnivel en Constituyentes, pero pocos meses más tarde se saturó.

La cantidad de personas que se trasladaba no concordaba con la efectividad para acceder a este centro empresarial. Y esto no ha cambiado. A pesar de las últimas construcciones inauguradas, como la SuperVía, las vialidades aún son insuficientes.

VALERIA LEÓN
En el paraíso godín puedes encontrar lo que sea.

 

Santa Fe ha representado una evolución para mí. Desde 1997 que conocí por primera vez el edificio de la “Lavadora”, hasta una década después que estudié la carrera en la Ibero.

Tras titularme de la licenciatura prometí no regresar a Santa Fe, pero dos años después estaba tomando mi primera clase de maestría en el CIDE.

Esta vez visité el paraíso godín con otros ojos. Los ojos del asombro. El gran centro de negocios en donde el movimiento oscila entre la productividad y las horas de trabajo. Mientras caminaba por Avenida Santa Fe admiraba los edificios, cada uno con un diseño moderno que invitaba a analizarlos delicadamente. Colores, ventanas espejeadas, arquitectura de punta. En este paraíso godín se respira agilidad empresarial, un centro en donde se conectan negocios, gobierno, empresas privadas, en donde puedes encontrar lo que sea.

Toda una cultura se ha construido al respecto del “godinato”.

Alrededor del trabajador independiente (traducción de freelancer) se han gestado atributos que lo enaltecen como la persona que tiene la libertad deseada, que maneja sus propios horarios y que decide con quién trabajar y con quién no.

Se piensa en el “godín” como el trabajador que depende de un horario fijo, de un jefe, de una estructura corporativa y alrededor de esto, toda una cultura se ha construido al respecto del “godinato”: este grupo de personas que porta su gafete enmicado como un accesorio más de su vestimenta y cargan con una lonchera y tupperscon comida diariamente, excepto cuando hay convivio cumpleañero en la oficina.

¿Pero qué creen? Esto para muchos es disfrutable y la estructura del godín el freelancer la desea.

* Este contenido fue publicado en HuffPost México.

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