Pablo Casaubon recibe mi llamada telefónica cuando está por entrar al Teatro Sheldonian de la Universidad de Oxford. En su graduación del MBA viste un smoking, al igual que sus compañeros provenientes de 62 diferentes países. El teatro, en donde se lleva a cabo la ceremonia, fue construido hace más de tres siglos, y su majestuosa arquitectura intimida a cualquiera que lo mira por primera vez. Todos los presentes se ponen de pie para recibir a los a los recién egresados, el sonido grave del órgano se opaca con la ola de aplausos que reciben los graduados quienes ingresan al salón en fila.

“Cuando te dan la noticia de que has sido aceptado en Oxford te entra el síndrome del Impostor”, relata el recién graduado al contestar mi llamada telefónica, “dudas si eres lo suficientemente bueno para estar ahí, incluso te preguntas ¿Por qué estoy aquí? ¿Habrá sido suerte?”
Sin embargo, los meses siguientes esta incertidumbre se esfumó para confirmar que la experiencia de una persona como él, de un perfil emprendedor, joven y dedicado, aporta a un grupo que se conjunta de estudiantes provenientes de distintos bagajes culturales.
“Hay un momento que te das cuenta que tú tiene cosas que aportar que los demás no tienen”, afirma con tono pausado. “Todo el mundo necesita ayuda en algo, si tu puedes ayudar en lo que sabes, hay otras personas que te van a ayudar, así es como las personas salen adelante”.
Una de sus compañeras africanas le enseñó el dicho que marcó la forma en la que este emprendedor hace las cosas: “Si quieres llegar rápido ve solo, pero si quieres llegar lejos ve acompañado”.

Antes de terminar la carrera de Comunicación siempre quiso emprender. A los 24 años lanzó la Ping Stamp, una plataforma digital que ayuda a PYMES a crecer a través de gratificar la lealtad de sus clientes. A su cargo, llegó a tener hasta 15 personas y entre más crecía la nómina también la carga de incertidumbre que estuvo acompañada de ataques de ansiedad cada vez más recurrentes, cada fracaso era fulminante para el entonces CEO de Ping Stamp.
La idea era clara: No había un mercado de productos destinados para PYMES, se propusieron crear un software, y con la venta de éste crecer la empresa.
“En lugar de preguntar, asumimos que eso era lo que querían los dueños. Eso fue el fracaso, nos dimos cuenta que había que salir y hablar con los clientes”, revela, “Cada fracaso me pegaba mucho, me preguntaba: ¿qué estoy haciendo mal? Pero si lo ves como algo definitivo te puedes quedar ahí”.
El crecimiento de la empresa se estabilizó y finalmente decidieron vender la empresa.

“¿Fracasaste?”, le pregunto en la entrevista telefónica.
“El maestro ha fallado más veces de las que el principiante ha tratado”, responde tranquilo.

El fracaso es algo positivo y nunca es algo definitivo. Cada semana, Pablo se propone fracasar al menos una vez, es el indicador que está haciendo las cosas diferentes. Al buscar tropezar, aprendes de los errores cometidos y de esa manera creces. En el proceso como emprendedor, aprendió a perderle el miedo al fracaso.

En la otra cara de la moneda, el éxito es subjetivo. Una vez que alcanzas la meta propuesta no te quedas ahí, te planteas la siguiente.
En el cierre de cada etapa reina la incertidumbre que muchas veces es salpicada por el miedo. Ésta es una constante en los desafíos que enfrenta un emprendedor, sin embargo, el miedo es indicador de algo nuevo y mientras sigas encontrando experiencias diferentes vale continuar.

No siempre es la ruta perfecta que te imaginas, los sucesos son impredecibles pero la constancia y la ambición por imponerte metas más altas hará que avances, pero nunca olvides disfrutar el proceso.

Una vez que emprendedor, siempre emprendedor

Al terminar su Maestría, Pablo aplicó a 39 empresas enfocadas en tecnología, desde start-ups recién fundadas hasta grandes compañías. El sector de la tecnología está viendo al futuro, y la innovación ha tornado cualquier compañía hacia la tecnología por las necesidades que exige el mercado. Vivimos en la cuarta transformación, en la que toda información está migrando a la nube con elementos de inteligencia artificial que anteriormente eran realizados repetitivamente por humanos. La manera en que trabajamos está cambiando, y en este contexto, y tras siete entrevistas, Pablo fue contratado por Microsoft para un puesto estratégico en el equipo de Cloud.
Comulgar con la cultura del emprendimiento y el poder de la reinvención fueron las razones por las que la compañía escogió el perfil del recién egresado de Oxford.
“Nos gustan las personas que se mueven en un ambiente de incertidumbre”, fue la consigna que escuchó Pablo al recibir la noticia que era parte de Microsoft.
A su vez, la forma de trabajo y la filosofía del CEO Satya Nadella atrajo su atención. El magnate tecnológico apunta al pensamiento de crecimiento, no solo se ha enfocado a vender si no a innovar con inteligencia artificial.

Utilizar la tecnología para ayudar a la gente a alcanzar su potencial es lo que Pablo hizo con Ping Stamp. Y aunque asegura que cuando uno emprende no deja de hacerlo, su nuevo enfoque para volver a emprender será cuando encuentre un problema que él mismo haya padecido, y así experimentarlo y plantear una solución a partir de su experiencia personal.
“Piensas que va a ser más fácil de lo que en realidad es, siempre es más difícil de lo que te planteas. Lo poco glamuroso de ser un fundador es que nadie te enseña. Tú eres el que va a tocar las puertas y eres desde el que limpia el piso hasta el que cierra la inversión”, advierte al recordar los años en los que estuvo a cargo de la empresa.
Al tomar una decisión dejas ir otras cosas nunca hay tiempo perfecto. La mejor forma de emprender es hacerlo con algo que te apasiona.

 

Columna de Opinión publicada en la revista de negocios “CEO Magazine” en diciembre 2018.

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