El sexismo está en todas partes. Es el conjunto de prácticas sociales que discriminan a un sexo y sobrevaloran a otro.

El sexismo se refleja en las costumbres y se manifiesta en refranes, proverbios y piropos que rebajan el cuerpo y la vida de las personas, así como sus pensamientos y relaciones afectivas.

A continuación cinco costumbres sexistas que deberíamos ya lograr erradicar:

1. Juzgar a las personas por sus parejas sexuales. Esta es una costumbre que ha prevalecido, aunque últimamente las mujeres se han impuesto a ella. Juzgar con cuántas o con qué parejas sexuales se ha acostado alguien es una costumbre que hay que erradicar, pues ésta atenta contra la intimidad de las personas. Una persona no es diferente por las parejas sexuales con las que ha estado: esta es una decisión personal que no debe ser juzgada, sino aceptada, ya que no es algo que defina a ningún ser humano.

2. Que le den la cuenta al hombre. Esta costumbre tan arraigada en los restaurantes o bares es sexismo puro convertido en hábito. Sin importar quién pida la cuenta en la mesa, después de consumir los alimentos o bebidas, se la dan al hombre de la mesa, aunque la mujer sea quien pague. Son pocos los lugares en donde la carpeta que contiene el ticket de compra se coloca a la mitad de la mesa, para que se divida entre los comensales. Dar por sentado que es el hombre quien tiene que pagar es una costumbre sexista, que quita importancia económica y presencia a la mujer. En realidad esta viciada costumbre sexista apunta a una dependencia de la mujer hacia el hombre, con una visión cerrada de que no puede ser independiente económicamente o que está subordinada al sexo masculino.

3. Estereotipos laborales. La división del trabajo basada en estereotipos de género es una costumbre que se replica en diferentes esferas laborales y atenta contra la capacidad femenina de hacer las cosas. “Trabajos para hombres”, normalmente relacionados con la fuerza, o el poder, se distancian de los estereotipados “trabajos para mujeres”, que se sustentan en detalles, decoración, diseño, entre otros. Condenar a las mujeres a estos trabajos como única esfera laboral es la muestra más evidente del desequilibrio sexual del poder y manifestación de sexismo. La división del trabajo por sexos se diferencia no tanto por su nivel de responsabilidad sino por la desigualdad de salarios y, por lo tanto, de reconocimiento.

4. Comparar a las mujeres con comida como “halago”. En ciertas ocasiones el sexismo puede llegar a ser involuntario. El arraigo que tiene en la cultura conlleva a la repetición de actos; costumbres que pueden parecer inofensivas, pero no lo son. “Mira al pavo que me estoy echando”, expresa su novio mientras ella camina delante de la mesa donde se encuentran los amigos de su pareja. Esta frase -que podría parecer un “halago”- es un insulto sexista a las mujeres.

5. Virginidad. En diferentes culturas la virginidad sigue siendo una condición necesaria para que la mujer pueda contraer nupcias. Entre las culturas árabes, la reconstrucción del himen es una práctica común: la presión social es tal que las mujeres recurren a la cirugía para “acreditar su virginidad”. Este énfasis que la sociedad impregna a la virginidad femenina como sinónimo puritano es sexismo. Ni la virginidad ni la castidad son medidas en las que se deba basar una pareja para ser feliz. Por el contrario, existen muchas otras que sí son relevantes para lograr la felicidad en una pareja, como el respeto.

Artículo publicado originalmente en Univisión. 

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