Ha habido un mito entorno a la infertilidad que ha crecido y se ha mantenido en el imaginario colectivo, lo que ha ocasionado que este problema se acreciente y afecte a mujeres en edad reproductiva. Se cree que la infertilidad afecta a mujeres en países desarrollados en mayor medida que a las que viven en países en vías de desarrollo. Se ha malinterpretado lo que la infertilidad realmente es y su arraigo en la desigualdad social.
Esta creencia tiene su origen en los años setenta en Europa, un modelo que se ha exportado para analizar la infertilidad en Latinoamérica, no sólo por parte del público en general, si no por médicos y funcionarios públicos al diseñar políticas públicas.
La filósofa argentina especialista en bioética, Florencia Luna resalta la distorsión que existe en el concepto de desigualdad, atribuible a un grupo demográfico al que no necesariamente se acopla actualmente pero que se sigue utilizando.
“Originalmente estas técnicas fueron concebidas en los países industrializados para mujeres de clase media o alta. Esto explica por qué casi siempre se toma como referente a la mujer de clase media, educada y profesional que busca un embarazo a una edad tardía. Así en el imaginario social la asistencia en la reproducción constituye sólo un lujo para algunas mujeres, una opción para “egoístas” o auto-interesadas que postergaron la maternidad en pos de logros académicos o laborales y ahora -ya muy tarde- necesitan de costosas prácticas”, explica Luna en la investigación titulada “Infertilidad en Latinoamérica”.
La infertilidad es mal entendida y por tanto, mal abordada y tratada, a pesar de ser la quinta discapacidad más común en el mundo. Sin embargo, en Latinoamérica, aún no se reconoce que la infertilidad es el resultado de una baja calidad en el cuidado de la salud sexual.
La infertilidad, causada por enfermedades de transmisión sexual mal curadas y las consecuencias de abortos inseguros, se conoce como “infertilidad secundaria”. Los países con leyes más restrictivas sobre aborto, es donde se registra un mayor número de abortos inseguros: 95% en América Latina son considerados inseguros, de acuerdo con un informe publicado en el Lancet.
Las cifras apuntan a una desigualdad mayúscula entre países desarrollados y países en vías de desarrollo. De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las causas de infertilidad por abortos inseguros es de 0.8 % en el grupo de los países industrializados en contraste con el 32.5% en los otros países.
La infertilidad como discapacidad es evitable, sin embargo, la falta de atención y priorización de ésta ha hecho que las consecuencias impacten negativamente en la vida de las mujeres.
Greta Nargund, Presidenta de la Sociedad Internacional de Reproducción Asistida, una organización británica sin fines de lucro, destaca la importancia de ayudar a las mujeres en temas de fertilidad como un avance para alcanzar la igualdad de género en la sociedad.
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“Para que las mujeres progresen, la sociedad tiene que asegurar que ellas alcancen una real libertad de decisión, la elección (o no) de la maternidad como opción de vida es parte de este avance”,escribe Nargund.
Muchas organizaciones internacionales han considerado la atención a la infertilidad como una prioridad de la salud. Sin embargo, el acceso a una correcta atención para tratar y dar seguimiento a problemas de infertilidad es aún escaso en países de Latinoamérica.
El problema de la infertilidad no está restringido a un grupo selecto de mujeres, tiene que ver con un problema de salud pública que ha sido largamente inatendido por la sociedad, médicos y diseñadores de políticas públicas. Lo que ha resultado en una falta de regulación y mala atención que se ensaña con las mujeres, sin que se aborde el problema como una razón de desigualdad social.
Esta columna fue publicada en Forbes en enero de 2021.
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Valeria León es reportera especializada en medios internacionales. Ha sido corresponsal de noticias para el canal turco TRT World, así como productora de documentales en Venezuela y para el canal chino CGTN.
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