¿A qué te dedicas? Es una pregunta tan común y casual como cualquier otra para abrir conversación con alguna persona, sin importar en dónde te encuentres o quién sea la desconocida, o desconocido. Sin embargo, que ante tal cuestionamiento te respondan “Soy Influencer” no es tan común ni tan casual.

Esta fue la respuesta que obtuve de una mujer mayor quien en su momento logró fama en la televisión y ahora se dedica a vender contenidos en redes sociales anunciando diferentes productos. El número de seguidores en sus cuentas (Twitter e Instagram) rebasa el millón, y tiene fieles admiradores y admiradoras quienes a menudo interactúan con ella a través de comentarios que postean en sus fotos.

El concepto de “Influencer” involucra una ejercicio de seducción, que ofrece el escaparate aspiracional. Lo que las marcas antes utilizaban en costosos anuncios publicitarios para lograr “enganchar” al consumidor vendiéndole un estilo de vida migró a la blogósfera y se potencializó en las redes sociales.

“(Los influencers) entendieron lo que las revistas y los medios tradicionales no habían sido capaces: habíamos pasado de un monólogo en el que todos escuchábamos a la voz autorizada a un diálogo de muchas voces que permitían comprender, expresar y vivir la moda y el estilo de infinitas maneras”, explica Gabriela Pedranti, analista cultural y consultora de este fenómeno.

Para las marcas, los influencers son el vehículo que los llevará con el consumidor final y con sustento: el 99% de los consumidores responde más a las recomendaciones de la persona que sigue en internet.

A pesar de ser un término acuñado en 2003 por Ed Keller y Jon Berry en el libro The Influentials, “los influencers” han existido siempre. ¿Qué decir de Mahatma Gandhi, por ejemplo? ¿Se le podría considerar “El Influencer” más grande de la historia al movilizar masas y contagiar sus mensajes?

La diferencia es que ahora el impacto puede ser medido y las millonarias cantidades de dinero que las marcas invierten en este rubro lo convierten en un suculento “oficio” para jóvenes y no tan jóvenes, quienes arduamente se dedican a diario a la creación de contenido y checar sus nuevos seguidores.

Datos de Brandwatch revelan que las campañas realizadas por influencers generan un retorno de inversión 11 veces mayor a la que se tiene con otras estrategias publicitarias.

Para las marcas, los influencers son el vehículo que los llevará con el consumidor final y con sustento: el 99% de los consumidores responde más a las recomendaciones de la persona que sigue en internet, mientras que 33% hace caso a lo que lo que dice una marca. Es por ello que en 2018, más de la mitad de la inversión en publicidad ha sido destinada a pagar influencers.

El número de seguidores en redes sociales ya no es como el dinero en el Monopoly, los seguidores sí valen, y mucho. El fenómeno de los exitosos influencers se ha convertido en la principal fuente de ingresos de toda la familia.

Mientras que una mujer recién egresada de la universidad que acude diariamente durante ocho horas a una oficina, puede aspirar a un sueldo mensual de entre 700 y mil dólares americanos (hasta 18 mil pesos mexicanos), una influencer puede llegar a ganar 50 mil dólares (200 mil pesos mensuales) posteando videos y fotografías.

En este contexto, no es sorpresivo que los cursos y carreras universitarias ofrezcan enseñar a los jóvenes a ser influencers. Y que el 50 por ciento de los universitarios busque ser influencer, como lo reveló Alejandro Byrd Orozco, Doctor en Educación e Innovación Tecnológica.

Esforzarse por ser natural

Ya no se requieren millones de seguidores para ser considerado “Influencer” y recibir dinero de clientes y marcas que buscan publicitar sus nuevos productos y lanzamientos. Los llamados “Microinfluencers” tienen menos de 100,000 seguidores pero una alta tasa de engagement y credibilidad.

En mundo en donde todo puede ser maquillado con mayor facilidad, la gente aprecia la autenticidad. Por eso, los microinfluencers son más cotizados, ya que se les considera una comunidad de nicho cuyos nombres no están prostituidos por el mercado.

La naturalidad conecta con el público, nadie quiere a personajes vendidos, ¿verdad?

En el ecosistema digital, donde cada quien puede decidir quién ser sin necesidad de demostrarlo en la vida real, los influencers se han convertido en una especie de personajes que venden la vida perfecta. Ya no tienen que esperar hasta graduarse de la universidad para ser exitosos o famosos, cada vez es más recurrente ver la influencia de un adolescente en un público cautivo que lo alaba.

En una era donde las nuevas generaciones buscan influir con sus estilos de vida todos terminan por ser iguales. Responder “Soy influencer” es tan ambiguo como penoso.

* Este contenido fue originalmente en el HuffPost México

Esta columna fue reproducida en el portal de noticias Quórum Informativo. 

 

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