Los likes recibidos en redes sociales pueden ser tan placenteros como tener sexo. Esta fue la comparación que hizo mi amigo mientras me confesaba la minuciosa rutina que sigue al retratar su vida en redes sociales: antes de subir una foto o video piensa por varias horas cómo la recibirán sus seguidores.

Esta situación me pareció exagerada hasta que comprendí que no está alejada de la generalidad de la época exhibicionista. La generación de “attention whores”, como la describió la escritora Lucía Taboada en el libro Hiperconectados, vive en un reality show narcisista en donde solo importa el “yo” y todo puede ser grabado.

La pesadilla orwelliana es una realidad. El mundo videograbado en historias de menos de un minuto conocidas como instastories (y que se borran en 24 horas) se comparten diariamente abriendo la intimidad de cualquier usuario. Con un solo click puedes saber dónde, con quién está y enterarte de los sucesos de su vida.

Los likes recibidos en redes sociales pueden ser tan placenteros como tener sexo.Un amigo.

“Si no lo grabas es como si no sucediera”, fue lo que una de mis seguidoras me respondió cuando la cuestioné sobre las decenas de videohistorias que sube todos los días.

MEMELAS DE ORIZABA
“Con un solo click puedes saber dónde, con quién está y enterarte de los sucesos de su vida”. Valeria León

 

Las redes sociales facilitan la construcción de una imagen idealizada. La tendencia camina hacia la imperante necesidad de mostrar que eres cool, que haces cosas divertidas, que estás en lugares increíbles, o exhibir tu rutina cotidiana con selfies diarias en el gym, fotos de tu desayuno y videos despertando en tu cama o hasta bañándote.

Hacer público lo privado está irrumpiendo nuestra cotidianeidad. ¿Hasta dónde hemos sacrificado nuestra privacidad por pseudofama? ¿Cómo defender la privacidad en un mundo donde a la gente le gusta ser observado?

Al participar en la Semana de la Cultura Digital en la UAM Xochimilco, el maestro en Nuevas Tecnologías Gabriel Pérez Crisanto alertó que “todos estamos expuestos y esto representa un arma de dos filos, ya que exponernos dentro de la red implica una responsabilidad, es un derecho pero también una obligación y si no entendemos esto la tecnología siempre puede estar en nuestra contra”.

INSTAGRAM

 

El último reporte sobre Comportamientos Adictivos revela que la comunicación en línea ofrece a los usuarios una seductora manera de escapar de los sentimientos negativos y conflictos de la “vida real”. Sin embargo, advierte que se debe enseñar a socializar en otros ámbitos y no solamente en las redes sociales, ya que cada vez más personas ven las redes sociales como la única vía para iniciar una relación o para mantener contacto con otras personas.

La constante conectividad nos ha llevado a sentir que estamos acompañados cuando estamos a solas y a sentir soledad cuando estamos con gente.

“¿Sabes cuántos insights podría tener si en lugar de agarrar el celular cada vez que estoy rodeado de gente desconocida me pondría a observar y a entablar una conversación?”, me dijo el mismo amigo quien compara la satisfacción de un like con el sexo.

A pesar de aceptar las ataduras que las redes sociales producen en su vida diaria, está consciente que pierde calidad en sus relaciones personales, atención en sus pláticas y dejando ir nuevas preguntas a estímulos que lo rodean por la hiperconectividad que lo ata a su celular. Pero no es el único, esta es una característica del mundo hipersocial en el que ignorar a la persona que está frente a ti mientras entablas una conversación con alguien en otro continente es cada vez más común.

En su libro Irresistible el profesor de NYU, Adam Alter, califica esta conducta generalizada como “la epidemia tecnológica zombie”, en la que el 40% de la gente desarrolla algún tipo de adicción tecnológica y en promedio mira su celular 150 veces al día.

Hace 45 años cuando el entonces director de Motorola, Marty Cooper, creó el primer celular de la historia, los teléfonos celulares eran sinónimos de libertadal promover la productividad y hacer la vida más cómoda. Sin embargo, la dependencia tecnológica llegó a tal grado que las relaciones personales se han alejado de la manera tradicional de entablarlas.

Después de muchos años de dar clases en la carrera de Comunicación en la universidad ORT de Montevideo, el académico uruguayo Leonardo Haberkorn renunció frente a la batalla de atención de los alumnos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir selfies.

“Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Tiro la toalla”, concluyó el académico.

¿Nosotros también nos cansaremos de las relaciones cara a cara y optaremos por vivir en el mundo idealizado de las Instastories?

* Esta columna fue originalmente publicada en el HuffPost México. y reproducida en el portal de noticias Quórum Informativo. 

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