Un final puede no necesariamente ser el fin. Sin embargo, la importancia de los finales revela más que la historia misma, es el culmen de un desarrollo lo que se queda en nuestros recuerdos.
La armonía que se gesta durante una relación, por ejemplo, si tiene un final fatal, la historia flotará en la memoria de una mala experiencia, aunque la mayor parte del tiempo se haya vivido en plenitud.
Nos quedamos con las enseñanzas, pero la forma de la partida es más definitoria que el desarrollo mismo. Es la importancia del final lo que realmente cuenta, aunque esto no haga justicia del todo.
¿Pero qué define lo que es un final? ¿Qué es lo que realmente marca el término de algo?
Cuando algo deja de ser lo que era y se transforma. El cambio marca el final.
Lo que marca una historia son los finales porque la mayoría de las experiencias que vivimos en el desarrollo de una trama se pierden y quedan momentos. La mayoría de esos momentos son ignorados por el yo que recuerda. Al final lo que importa no es lo que hayamos vivido si no lo que recordamos.
Un final tajante y drástico simboliza una dura partida, de la que se batalla para salir. Sin embargo, hay psicoanalistas que afirman que entre más finales experimentemos en nuestras vidas más resilientes nos volvemos para aceptar que las cosas acaban.
Es por ello, que hay personas que saben cerrar ciclos de manera pacífica, aunque los sentimientos de enojo inunden el momento. Comprenden que eso no durará para siempre, que lo que te nubla de una situación es pasajero, pero que el final en gratitud es la mejor manera de terminar.
Hay finales que quisiéramos cambiar. Preguntas inconclusas, de las que la falta de respuesta nos enajena.
Hay finales que no tienen vuelta atrás, son tan apabullantes como definitorios. A la persona que más amaste, un mal final puede convertirla en lo que más te daña.
En la existencia humana, el final más pensado es la muerte.
La respuesta a la pregunta “¿Cómo murió?” puede decir mucho del tipo de vida que la persona tuvo.
La cosmovisión occidental configura el concepto de muerte como el fin, sin embargo en las culturas orientales lo entienden como algo cíclico. No es el fin, sino el principio de algo más.
Aunque a veces los finales sean duros de aceptar.
En un experimento literario, el poeta y escritor madrileño, Matías Escalera, propone seis finales alternativos de obras clásicas como “El Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes Saavedra y “La Montaña Mágica” de Thomas Mann. Además, se aventura a escribir un nuevo final para La Odisea, de Homero y de dos de las tragedias más famosas de Sófocles, uno de los más importantes dramaturgos de la Grecia clásica.
De acuerdo con el autor de este ejercicio, ésta es una intención de que el final de las historias contengan la visión del mundo que transmiten.
En el final que elige para la novela “Las Olas” de la escritora Virgina Wolf, juega con la idea del “otro” como el reflejo de nosotros mismos, de lo que queremos y proyectamos, incluyendo nuestro propio final.
“Soy más que una invención vuestra, como las olas y como los amaneceres y los atardeceres que se supone que vivimos juntos. En realidad, solo apetito, estupefacción y palabras; y también el vaticinio de la muerte”.
Dependiendo de cómo termine una anécdota será la manera en cómo el público se creará una historia u otra.
Directores de cine como Kubrick y Hitchcock entendían la importancia de los finales, no importaba que ese final fuera la destrucción del mundo, tenían que ser consecuentes con la narrativa y la idea general de sus películas.
Como el cine que basa sus películas en escenas finales. En donde todo concluye y no hay más que decir.
¿Esperabas algo después de eso?
Por: Valeria león @valerialeony
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