Es una queja constante de los extranjeros que llegan a vivir al país y conviven con mexicanos: “No saben decir que no”.  Lo han vivido tantas veces que ya lo consideran una costumbre en México: “Te van a decir que sí pero nunca lo van a hacer”.

Un español a quien llamaré Íñigo, y que llegó a vivir a México por segunda vez -la primera fue en 2015- dice que el hábito de no saber decir que no es una actitud que denota la “doble de moral” de esta sociedad.

“Desde que llegué a México me han dicho que soy un grosero, simplemente porque sé decir las cosas directamente y no me ando con rodeos”, me relata el originario de Bilbao.

Aunque Íñigo es un hombre decente la forma como se expresa es a menudo recibida como un acto ofensivo, simplemente porque no está acostumbrado a decir “por favor” o “gracias” todo el tiempo.

Es una persona que no se anda con medias tintas, si quiere invitar a salir a alguien lo hace y espera una respuesta no solo sincera sino sin rodeos.

Aprender a decir que no te quitará de muchas presiones y ganarás respeto del otro al actuar con congruencia respecto a lo que te comprometas a hacer.

Hay una famosa frase de sabiduría popular que dilucida este complejo comportamiento de los mexicanos: “Al que a dos amos sirve, con uno queda mal”.

El mexicano pocas veces tiene palabra o sostiene una promesa comprometidamente. Dices “sí”, pero si no lo haces no pasa nada. En cosas tan sencillas como confirmar si vas a asistir a un evento social, pero cuando llega el día no te apareces y ni siquiera te tomas la molestia de cancelar con anticipación.

Desde ahí empieza la falta de coherencia del mexicano, entre lo que dice y lo que hace.

Estamos acostumbrados a salir fácil del paso, diciendo que sí pero no haciéndolo y después buscar otra explicación para cubrir la falta de responsabilidad al comprometerte con algo que no vas a cumplir.

¿No será más fácil aprender a decir “no” desde un principio?

Aprender a decir que no te quitará de muchas presiones y ganarás respeto del otro al actuar con congruencia respecto a lo que te comprometas a hacer.

Íñigo asume que yo también replico el estereotipo del mexicano que no sabe decir que no, y en parte está en lo correcto. Aunque no cancelo la cita que tenemos tampoco la confirmo, queda en el limbo por si es que encuentro tiempo en el día entonces se concretará, y si no, al menos no quedo mal.

Eso es lo que pienso, y para mí es algo que tiene que fluir un poco más, sobre todo si es un asunto de corte social; sin embargo, el español me tacha de incoherente.

“Nos vemos hoy a las 9 pm”, me dice con certeza, y yo le digo que le aviso más tarde. Después de dos horas, un poco molesto, él se queja que no recibió ninguna respuesta de mi parte y que por consiguiente hará planes.

A mí me parece un poco rudo, pero recuerdo lo que me platicó que en México todos piensan que es un grosero cuando en realidad es simplemente un extranjero que sabe decir “no” cuando tiene que decir “no”.

En los meses en los que los candidatos están en campaña a todo dicen “sí”, aunque sepan que no lo van a hacer..

Quizá deberíamos tomarnos más en serio aquello del doble discurso. Dicen que cada sociedad tiene los gobernantes que se merece, y si juzgamos desde el punto de vista en el que somos incapaces de decir no, esto se refleja en la cantidad de promesas que los gobernantes hace en campaña no cumplen.

En los meses en los que los candidatos están en campaña a todo dicen “sí”, aunque sepan que no lo van a hacer. ¿Cuántas obras de infraestructura han quedado inconclusas o ni si quiera se han iniciado porque simplemente no son viables? Ah, pero eso sí, el candidato lo firmó y se comprometió a hacerlo. Pero qué importa, ¿verdad? Hay que decir sí porque no sabemos decir no.

Es una cuestión cultural que, a veces, al estar inmersos en estos hábitos, se replica y no podemos ser críticos ante nuestra falta de compromiso y congruencia.

Sin embargo, cuando los ojos extranjeros apuntan una y otra vez a la falla del mexicano al no saber decir “no”, el hábito se convierte en cultura y la cultura nos define como malquedados.

* Este contenido fue originalmente publicado en el HuffPost México.

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