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Conocí a Guillermo Rodríguez en 2015 cuando abrió su cuarto centro de rehabilitación en Culiacán, Sinaloa. Ayudar a drogadictos a recuperarse fue la mejor forma que encontró para sanar los años de dependencia que tuvo al cristal y a la cocaína, entre otras drogas. Siempre está sonriendo y apurado, tiene un tono particular de dirigirse a la gente. Aunque es muy cariñoso a menudo habla como si diera órdenes. Tiene más de 100 personas a su cargo, divididas entre los cuatro centros que tiene. Esta responsabilidad ha terminado por dejarlo pelón, bromea. “Desde los 12 años consumo droga, eso me hace sensible para tratar a las personas que llegan de una manera más asertiva. Sé por lo que están pasando”, afirma sin titubeos, “he sido muy afortunado porque puedo tener centros y profesionales de la salud para darles un tratamiento sin costo. Cuando llegan adolescentes llegan porque no tienen dinero”.…

Hay que decirlo fuerte y claro: las mujeres estamos hartas de tomar anticonceptivos y ser responsables de la planeación familiar. En cualquier forma y presentación, aún el más moderno método tiene contraindicaciones e impactos negativos en nuestro bienestar. Debemos lidiar con efectos efectos secundarios, las consecuencias que experimentamos a diario por ingerir hormonas son muchas y muy incómodas. Desde dolores de cabeza, cambios de humor, náuseas, subir de peso y un gran etcétera dependiendo de cada cuerpo. Lo que hace casi 70 años se consideró el evento más revolucionario del momento para la mujer, la creación de la pastilla anticonceptiva, ha terminado por anclarnos en la responsabilidad de cuidar no reproducirnos, como si esta responsabilidad tuviera que recaer solo en nosotras. Como si fuéramos las únicas responsables de la planificación familiar o de evitar “niños no deseados”. En 1967, seis millones de mujeres usaban la píldora de anticoncepción.(1) Desde esa…

Para Lily Mi abuela paterna vivió en Estados Unidos casi toda su vida y aunque venía a México tres meses al año y se instalaba en una larga vacación, la mayor parte de mi comunicación con ella transcurrió vía correo. Cartas de una o dos páginas escritas a mano que se leían como una conversación de café, a menudo con consejos y regaños. Ella siempre prefirió la letra manuscrita, que en ocasiones era difícil de entender. Escogía papeles de diferentes tamaños y con curiosos diseños, marcos de animales y estampas fosforecentes. Podía pasar uno o dos meses sin que yo recibiera una carta de mi abuela porque ese era el tiempo que en los noventa tardaba en entregar una carta de Prescott, Arizona, a la Ciudad de México. Pero cuando finalmente llegaba, siempre esperaba sentarme en un lugar silencioso en la casa para empezar a leerla. Era como gozar de…

Mi primer novio lo tuve cuando cumplí 17 años, fuimos a Cocoyoc a celebrar algún puente con un grupo de amigos y amigas. Tras una discusión, esperó que todos se metieran a la casa para aventarme a la alberca e intentar ahogarme. Primero me cayó encima, para después sujetarme por el cuello y someterme dentro del agua hasta que no pudiera respirar. Me dejaba sacar la cabeza fuera del agua solo para gritarme amenazas. Nunca pensé morir ahí, recuerdo que me repetía: “No le voy a dar el lujo a este imbécil”. Entonces, la siguiente vez que sacó mi cabeza del agua para amenazarme grité muy fuerte para que alguien dentro de la casa escuchara y viniera a detenerlo. Uno de sus amigos, que no estaba dormido o bañándose, bajó al jardín y vio lo que estaba pasando. Nos separó y le reclamó por lo que estaba haciendo. A lo…

Cuando Fiona** tenía diez años le preguntaba a su mamá para qué servían las toallas femeninas, como respuesta era ignorada. Cuando se percató que este cuestionamiento incomodaba a su madre lo hacía más seguido, nunca recibió ningún tipo de explicación acerca de la regla básica de educación sexual para cualquier mujer: ¿qué debo saber sobre mi periodo? ¿Cómo funciona? A pesar de ser la más chica de tres hermanas, el conservadurismo de su casa nunca cedió a ningún tipo de apertura sexual para comentar el tema. Ellas tuvieron que averiguarlo solas. Cuando Fiona tenía 21 años fue al ginecólogo acompañada por su madre. Cuando ingresó al consultorio el doctor le preguntó si se sentía cómoda con que su madre entrara, ella no tuvo objeción y ambas ingresaron al cuarto de consulta. Como parte del protocolo médico, el doctor le preguntó a Fiona si tenía relaciones sexuales y ella tranquilamente contestó…

Las experiencias que he escuchado de amigas que han abortado son liberadoras. Es cada vez más común compartir este tipo de vivencias y hablar abiertamente del tema, porque el estigma del aborto en México poco a poco comienza a sacudirse la satanización que culturalmente se le ha construido. La idea de una mujer que ha decidido voluntariamente interrumpir su embarazo está endemoniada en México. Por ello, durante años las mujeres se han callado sus historias por miedo a sentirse relegadas y juzgadas por una sociedad que no entiende que el aborto les ha salvado de una vida que las condena por siempre a hacer algo que no desean hacer. Hoy las mujeres se empoderan al no tener que obligarse a truncar su vida por tener un hijo que no quieren tener y hablan de ello. “Imagínate, ahorita tendría un hijo de 11 años de un hombre a quien repudio”, me…

Es una queja constante de los extranjeros que llegan a vivir al país y conviven con mexicanos: “No saben decir que no”.  Lo han vivido tantas veces que ya lo consideran una costumbre en México: “Te van a decir que sí pero nunca lo van a hacer”. Un español a quien llamaré Íñigo, y que llegó a vivir a México por segunda vez -la primera fue en 2015- dice que el hábito de no saber decir que no es una actitud que denota la “doble de moral” de esta sociedad. “Desde que llegué a México me han dicho que soy un grosero, simplemente porque sé decir las cosas directamente y no me ando con rodeos”, me relata el originario de Bilbao. Aunque Íñigo es un hombre decente la forma como se expresa es a menudo recibida como un acto ofensivo, simplemente porque no está acostumbrado a decir “por favor” o…

Los temblores suelen ser el barómetro para saber a quién le importas y a quién no. En una situación de emergencia esto no se pueda ocultar. Tenía un amigo que definía la relación que mantenía con su exesposa a partir de las llamadas que recibía cada vez que temblaba. Era la única comunicación que después de años de divorciarse seguía teniendo con su ex. “Solo nos llamamos cuando tiembla”, me decía sin mostrar emoción. Un sismo de fuerte magnitud es revelador. Porque no es una fecha esperada, como tu cumpleaños por ejemplo, en la que estás a la expectativa de quién te llamará y quién no, y el vacío que puede dejar un mensaje de felicitación no recibido. Un temblor irrumpe, es impredecible y la gente que se comunica contigo para saber cómo estás no lo pensó dos veces, actúa en una situación de emergencia y de genuina preocupación. AOL…

Hace dos años decidí dejar de beber alcohol y nunca me imaginé que lo más difícil sería lidiar con la cantidad de explicaciones que la gente pide cuando rechazas una copa de vino o un coctel: “No bebo alcohol, gracias”. La primera cita que tuve cuando decidí dejar de beber fue un miércoles. El chico en cuestión me invitó al bar Baltra en la Condesa, cuando llegamos el mesero nos dio la carta y él me preguntó: “¿Qué vas a tomar?” “Una limonada”, respondí. “¿Cómo?, ¿no vas a tomar alcohol?”, exclamó entre preocupado y sorprendido. “No bebo, gracias”. Él no podía creerlo, parecía como si toda la idea de una cita conmigo se hubiera venido abajo. Se quedó literalmente sin palabras y muy confundido. “Entonces yo no voy a tomar”, externó nervioso. “Tú puedes hacer lo que quieras”, respondí augurando la tensión que su postura desataría. Como este tipo, me…

Desde la intimidad de sus recámaras las mujeres se miraban al espejo para empolvarse en maquillaje, decorar sus ojos y arreglar su peinado. Eran los años cincuenta y estos espacios se conocían como “boudoir”, palabra francesa cuya traducción al español es “tocador”. Este término regresa para bautizar las fotografías que reflejan un acto íntimo de la mujer, con imágenes sensuales que muestran su aspecto más atractivo. La fotografía boudoir tiene sus antecedentes en las imágenes sexualizadas de mujeres que fueron conocidas en 1840, y posteriormente en la fotografía con tintes eróticos que se popularizó en el siglo veinte a partir de las postales francesas que mostraban imágenes de mujeres desnudas o con poca ropa. De la intimidad al retrato Hace treinta años que la palabra boudoir comenzó a utilizarse para definir un género fotográfico, y aunque puede tener muchos estilos y sugerir imágenes diferentes, algunos especialistas del género lo definen…