Cuando me vio entrar al comedor comunitario que se ubica en el tercer piso del refugio para mujeres, se me lanzó a los brazos con una sonrisa. Sus dientes revelaban la falta de cuidado de una madre que ha vivido una tragedia tras otra. Fue abandonada en una casa hogar en su natal Honduras, de donde, las pandillas la sacaron, amenazaron y violaron cuando tenía 15 años, situación de la cual pudo escapar con vida.

Para poder solventar sus gastos, tenía que conseguirse a un hombre que la ayudara. Así contrajo nupcias con un hondureño con el que tuvo una hija. La violencia en Honduras los obligó a migrar. Así llegaron a la frontera sur de México con una niña en brazos. Dormían en los kioskos y pedían dinero en la calle, en lo que trataban de conseguir algún trabajo estable para mantenerse.

Ella, una vez más, fue violada en el trabajo que obtuvo como vendedora. Esta vez las circunstancias fueron más dolorosas y complejas. Su esposo decidió no creerle y culparla de la violación que había sufrido en su trabajo, del que tuvo que renunciar. Además, semanas después se percató que estaba embarazada. 

El reflejo del crimen

Cuando me relata todo esto, lo hace con voz entrecortada y un continuo torrente de lágrimas corriendo por sus mejillas. Se culpa, aunque no entiende por qué ha sido víctima de abuso sexual y violación en dos países diferentes más de tres veces. 

Ella, a quien nombraré Jessica para proteger su identidad, es parte de una estadística creciente en México. El número de crímenes contra la libertad sexual es el más alto en décadas. De acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo, marzo 2021 fue el mes más violento para las mujeres en México, desde que se tiene registro. En 30 días se interpusieron más de 23 mil denuncias por crímenes sexuales, lo que equivale a casi 800 mujeres violentadas al día.

Además, se registraron 359 feminicidios en este mes, lo que significa que 12 mujeres fueron asesinadas en marzo pasado. 

“Este aumento en las cifras quiere decir que las mujeres se están animando a denunciar más y que están saliendo en contra de todos los obstáculos que puedan tener el librarse de su captor para tener ese momentito de salir hacer la denuncia”, detalla la criminóloga y especialista en temas de género, Blanca Ivonne Olvera.

Sin embargo, estas cifras son tan solo la punta del iceberg. Ya que, de acuerdo con datos del INEGI, únicamente el 7 por ciento de los crímenes son denunciados. 

Levantar la voz por una vida digna

La directora del refugio para mujeres violentadas, Beatriz Fuentes, me lo confirma:

“El 100% de las chicas que llega a la Casa Fuente me dice, no porque es el papá de mis hijos, pues es él que viene mal y no hice de comer o porque no puedo llegar a esto me puedo echar a su familia, muchas son amenazadas”, revela en entrevista. 

Los refugios para mujeres violentadas proveen un espacio entre la vida y la muerte para mujeres víctimas de abuso sexual en México. 

En Casa Fuente, que es uno de los más de 100 refugios que existen en la Ciudad de México, Jessica ha aprendido a amar a su hijo de tan sólo un mes de nacido, de quien no sabe si es producto de la violación que sufrió mientras intentaba retomar su vida en México. 

¿Su crimen? Como el de muchas en este país misógino, es haber sido mujer… 

“Mi único motor es mi hija, no quiero que ella viva lo que yo he vivido”, me dice mientras me permite cargar a su bebé.

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