″¿Con quién vienes?” era la pregunta a la que más le temía durante las cinco semanas que viajé sin ningún acompañante por el sureste peruano. Sin importar lo que a la vista es obvio, la gente cuestiona, así que la pregunta indeseada no tardó en llegar. Aterrizando en Lima, donde hice escala para irme a la ciudad imperial del Cuzco, una mujer americana que esperó sentada en un sillón junto a mí me preguntó quién me acompañaba. Confieso que mi corazón palpitó con nerviosisimo y varias ideas surgieron en mi mente, incluso pensé inventar algo como “mi amiga está en el baño”, pero qué importaba lo que pensara la anglosajona si al final muy probablemente no la iba a volver a ver. Entonces, con expectativa de su reacción, le respondí “sola”. Se sorprendió y en lo que pareció un gesto de agradecimiento hacia mi respuesta honesta me confesó que,aunque ella…
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