Para vencer a su contrincante al boxear en el ring, lo primero es aprender a controlarse. Esta es una de las lecciones iniciales que reciben los niños en el centro de “Rehabilitate” en Culiacán, quienes practican este deporte como parte de su proceso de desintoxicación.
“Lo que la droga te quita el box te lo regresa”, asegura Guillermo Rodríguez, director de este centro quien desde hace cuatro años entrena a pacientes. “Empezamos con tres costales viejos en un cuarto muy pequeño y ahora contamos con un gimnasio grande y bien equipado”, revela Rodríguez, quien permanece rehabilitado desde hace 14 años.
Cada gota de sudor derramada por el esfuerzo físico limpia la sangre que por años fue contaminada con cocaína, cristal y otros enervantes; cada golpe propinado en el cuadrilátero es el canal para descargar la furia, terror y fracaso de una vida anclada a las drogas.
De los 60 pacientes que viven en el centro “Rehabilitate”, tres son niños. Este número se incrementa en el centro de mujeres, en el que la relación es 50/50, a pesar de no estar adaptado para dar atención a personas menores de edad.
“A los niños no hay donde meterlos, y yo no les puedo cerrar la puerta”, afirma el director y fundador de este y otros cuatro centros más. “Nosotros como centro no podemos atender niños pero la sociedad no se encarga”.
A menudo, las familias llevan a sus hijos al DIF para que ahí den solución al problema de drogas que sobrepasa cualquier esfuerzo para contenerlo. El DIF direcciona a estos infantes adictos al centro “Rehabilitate”. Así llegó Abraham, un niño de 12 años que ya carga con un pasado de adicciones.
Mejor conocido como “Margarito”, por su gran parecido con el comediante también sinaloense Margarito Esparza, Abraham empezó a consumir cocaína cuando tenía 8 años, suministrada por su primo quien le dobla la edad.
Con una credencial IFE, Abraham sacaba polvo blanco de la bolsa de plástico que detenía alguien más, la aspiraba de un lado de la nariz, para después devolverles la tarjeta. Esta imagen se viralizó en las redes sociales causando indignación y sorpresa entre los usuarios. Este video llegó a ojos del fundador del centro de rehabilitación donde hoy vive Abraham, durante tres días seguidos lo esperó afuera de su casa hasta que un día el niño apareció y lo internaron en el centro.
“¿Cómo te sentías cuando llegaste al centro? ¿Te acuerdas cómo estabas de flaco?” -le pregunta Guillermo al pequeño quien fijamente observa la pelea que se lleva a cabo en el ring.
“Ni me acuerdo… bien flaco”- responde Abraham con una sonrisa.
Él es el más chico de su familia, le sobreviven dos hermanas ya que a su único hermano lo mataron en una disputa de cárteles.
“Lo mató el narco”, dice el niño de baja estatura con la mirada perdida.
El juego y la droga
A pesar de su corta edad, Moisés de 13 años tiene claro que debe luchar contra sus adicciones. Desde que tenía 9 años Moisés empezó a jugar maquinitas. “Con esto me puedo hacer rico”, pensó cuando inició su adicción por el juego. Pasó casi cinco meses viviendo en la tienda que ofrecía el servicio de maquinitas a los niños, un sitio donde la droga es permitida y los policías se hacen de la vista gorda.
Ahí Moisés aprendió a inhalar cristal en un foco. Cuando pedía dinero para droga, le daban, pero cuando pedía dinero para comer no conseguía ni unos cuantos pesos.
“Había días en que de verdad tenía mucha mucha hambre”, recuerda.
Su familia trató de ir por él varias veces pero se resistía, trataba mal a sus hermanos y ofendía a su mamá. Finalmente lo llevaron al DIF, donde lo canalizaron al centro “Rehabilitate”. Moisés habla claro sobre las drogas “Te matan por dentro”, acepta el niño.
Moisés creció sin padre, quien fue sentenciado por narcotráfico.
“Se dedicaba a pasar droga a Estados Unidos”, relata quien ha recibido dos visitas de él durante los casi seis meses en los que ha estado en el centro de Rehabilitación.
Los pacientes se reúnen en el patio central después de ver la película Cadena de Favores, como parte de una dinámica grupal. La psicóloga Anayancia Pérez López dirige la actividad y cuestiona a los adictos sobre el mensaje que se llevan de esta cinta protagonizada por Haley Joel Osment. “¿Qué puedes hacer tú por las personas”, pregunta la psicóloga al grupo.
Entre piernas temblorosas y miradas perdidas en la resignación y rencor pero sobre todo en el dolor, se levanta Moisés y contundentemente responde: “La ayuda no sólo tiene que ser exterior también interior”. La psicóloga pide un aplauso para el niño, quien habla convencido y con muchas seguridad.
Esta es la única actividad en la que los niños pueden convivir con los adultos, en la siguiente los separan para llevarlos a una terapia psicológica en la que trabajan de forma individual, en ésta les recuerdan que aunque sean niños deben enfrentar el problema de su adicción como adultos.
El DIF no cuenta con los servicios para darles atención, ni dar respuesta a una realidad creciente. En 23 años el consumo de drogas en niños se duplicó, al pasar de 8 por ciento en 1991 a 17 por ciento en 2014, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas en Estudiantes (Encode).
Cuando eres tu propio enemigo
El gimnasio “Box Time” es un espacio amplio con techos altos y ambiente festivo. El sonido del micrófono anunciando a los luchadores retumba en las paredes e impide escuchar a quien a un metro te habla. El cuadrilátero, al final del salón, se encuentra elevado para que todos los espectadores lo puedan observar.
Los cuatro costales viejos con los que inició este gimnasio se triplicaron y modernizaron. Decenas de ellos color rojo y azul cuelgan del pasillo lateral del espacio.
Cuando Guillermo inició con este gimnasio nunca se esperó los resultados tan exitosos que este deporte dejó en los pacientes. El box les ha servido para agilizar su proceso de rehabilitación, practicar un deporte de contacto limpia la sangre y el alma en un adicto.
Se enfrentan con ellos mismos. En la batalla, a quien tienen que vencer para sacar la droga de su vida son a ellos mismos, son su propio enemigo. Una lucha diaria en la que tratan de dominar la intensa fuerza que los lleva a querer consumirla.
Copular con el narcotráfico
La sociedad sinaloense está inmersa en una cultura de narcotráfico de la que no puede escapar. Es una paz autoimpuesta. Nunca sabes cuándo te pueden matar por hablar con alguien a quien no debías dirigirte. La sociedad vive con miedo y al mismo tiempo sus opciones se reducen.
El Triángulo Dorado es la zona más fértil para cultivar, ahí donde se juntan los estados de Durango, Chihuahua y Sinaloa se observa un paisaje delineado por múltiples montañas y vegetación abundante.
La tradición de sembrar droga se remonta desde el siglo pasado y siempre de la mano del consumo en Estados Unidos. Cuando los soldados norteamericanos luchaban la guerra mundial, los campesinos sinaloenses eran los encargados de suministrarles droga. La tradición perduró.
“El narco no está en nuestra cocina, está en nuestra recámara. Copulamos con el narco”, expresa Javier Valdés, director del semanario RíoDoce.
En Badiraguato, municipio donde nació Joaquín “El Chapo” Guzmán y cuna de narcotraficantes, el mejor negocio es sembrar y cosechar marihuana y amapola.
Lilia Meza de 20 años es madre de dos niños y para comprar los pañales de la más pequeña debe caminar 30 minutos desde su humilde choza en la que vive con sus dos hermanas y su madre, hasta los sembradíos de marihuana, en donde gana 200 pesos al día por “despatar” la droga.
Para la joven de ojos color miel y piel clara, la detención y encarcelamiento de “El Chapo” es injusta porque gracias a él podían contar con medicinas en la farmacia.
El segundo Malverde
La primer mujer síndico de Zurutato en el municipio de Badiraguato, planea contender para la candidatura a la alcaldía.
Nos reunimos en uno de los tantos restaurantes tradicionales Panamá en Culiacán, Luz Verónica saluda con la mano a distancia, luce un vestido azul rey sin mangas. Antes de sentarse frente a la cámara para una entrevista en televisión me reclama “por qué quieren saber sobre El Chapo cuando en Sinaloa tenemos personajes tan famosos como Julio César Chávez”. Incómoda se coloca el micrófono y niega conocer a El Chapo.
“¿Será nuestro segundo Malverde?”, pregunta con una sonrisa que deambula entre nervios.