Es media tarde y en un supermercado de San Diego estoy frente a una máquina con el reto de pasar todos los productos que compré por el escáner y pagar. No hay nadie a mi alrededor, excepto una señora que espera detrás de mí para, de igual forma, pagar su compra. Confundida por no saber cómo funciona el escáner de esta máquina, una voz femenina robotizada me indica pacíficamente que mi movimiento fue declinado. Lo vuelvo a intentar, mientras tanto la señora que esperaba detrás mío se cambia de máquina y comienza a marcar sus productos para posteriormente efectuar su pago. Volví a pasar la tarjeta de regalo que había comprado para enviársela a mi mamá del Día de las Madres, y por fin pude registrarlo en la máquina. Pero al momento de pagar la máquina comenzó a dictarme instrucciones que poco me sirvieron para completar una simple compra como…
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