En la sala principal del Museo de Arte Moderno colgaba el famoso cuadro que lleva por nombre: La Ciudad de México (1949), del artista mexicano Juan O’Gorman, el cual ofrece una interesante panorámica del centro de la ciudad, vista desde el Monumento a la Revolución. Me quedé mirando esa pieza durante un largo rato. Llamó especialmente mi atención por los intensos colores que trazaban el paisaje arquitectónico de la ciudad en los años cuarenta. Me sentí maravillada. Sin embargo, debo confesar que mi emoción poco tenía que ver con mi conocimiento sobre la obra. En realidad, no sabía mucho del pintor y arquitecto Juan O’Gorman, a pesar de su fama, de sus importantes aportaciones a la arquitectura mexicana y de sus huellas murales en edificios tan emblemáticos como la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria o el Museo Nacional de Historia. Mientras observaba, mi acompañante —con quien compartía por primera vez…
Tag