“¿Sabes lo que se siente meterte al mar esperando experimentar una sensación de liberación y disfrute y en lugar de eso percibir un olor a coladera?”, me pregunta Fernanda Gómez del otro lado del teléfono.

Durante su último viaje a Acapulco, Guerrero el fuerte olor a podredumbre la hizo salirse inmediatamente del agua, permaneció en la orilla y no volvió a meterse al mar en los cinco días restantes que permaneció en este destino playero.

El día que regresó a la Ciudad de México, ella y dos de sus acompañantes a este viaje presentaron un intenso dolor de oído, por lo que la capitalina acudió de emergencia al doctor.

El dolor era tan intenso que no sabía de dónde provenía, del oído se le había pasado a toda la cara.

Cuando el doctor la revisió le dijo algo que confirmaría lo que ella más temía.: “Tienes infección por aguas negras”, dictaminó el médico.

Al escuchar esto, Fernanda se conmocionó. El doctor, tratando de calmarla, le dijo que no era la única paciente que había tenido en los últimos meses que regresaba de Acapulco con una infección causada por aguas negras en el oído. Y hasta ironizó, “¡Ah! pues qué sucia debe estar la playa de Acapulco últimamente”, exclamó el médico.

La infección le significó diez días de antibiótico y cuidados intensivos, además de gastos que no tenía contemplados. Y por supuesto, el impacto emocional.

A cualquier persona le causaría tristeza y repulsión verse inmiscuida en una situación así, sin embargo, tratándose de Fernanda fue peor. La joven de 33 años es amante del mar, tanto que está por tatuarse una ola que expresa su amor al océano (aunque después de esta experiencia no sé que tan dispuesta esté de hacerlo).

Desde hace cinco años se ha dedicado a realizar fotografía documental de naturaleza, y de fauna marina en costas mexicanas con el objetivo de crear conciencia sobre las afectaciones de nuestras acciones en los océanos y lo que esto implica para la evolución humana.

El año pasado, junto con una flotilla de más de 20 personas, Fernanda se adentró varias semanas en un submarino en el Mar de Cortés en donde fotografió parte delvideo trasmitido en el programa especial de conservación llamado Por El Planeta.

“Todos contaminan el mar pensando que alguien más es responsable de limpiar. Y la realidad es que no es así”, afirma la fotógrafa con tono impotente.

Los días que estuvo recuperándose en cama por la infección perdió la oportunidad de acudir a documentar el Área Natural Protegida de Calakmul, una selva en Campeche en donde se pretende lanzar un proyecto para reducir la huella de carbono de grandes empresas contaminantes.

Mientras estaba en cama, reflexionó sobre la relación que muchos de los capitalinos tenemos con el llamado “Bello Puerto”.

“Estamos acostumbrados a ver el mar de Acapulco siempre contaminado, lo asumes porque desde chiquitos nos relatan cómo olían las playas de Acapulco, hasta les decían _”Popo-pulco”_ desgraciadamente crecimos así, es muy triste”, afirma.

En los tres últimos meses, en Acapulco se han registrado dos grandes descargas de aguas negras, por la cuales se destituyó a seis funcionarios locales, incluyendo al titular de Ecología.

Sin embargo el tema es más complejo que eso. El ambientalista y especialista en áreas protegidas y mares, Mario Gómez, explica que la falta de coordinación entre diferentes órdenes de gobierno impacta negativamente en las políticas ambientales.

“No hay una política de mares y costas de parte de nadie en México. No existe una política conjunta, no hay una estrategia. Confluye tal cantidad de instituciones que se llegan hasta traslapar leyes y normas, y el mar se convierte en zona de nadie”, detalla Gómez en entrevista.

Un ejemplo de esto es lo sucedido el pasado 22 de junio, cuando la Conagua presentó una demanda penal ante la delegación de la Fiscalía General de la República por daños al medio ambiente en contra de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado del Municipio de Acapulco por ser “el organismo responsable de operar plantas de tratamiento de aguas residuales y el sistema de alcantarillado del municipio”.

Fotografías de descargas residuales a cielo abierto en la zona de Acapulco Diamante se han hecho virales en los últimos meses, y las lluvias han dejado al descubierto las tuberías que descargan aguas residuales hacia el mar.

Si bien, es competencia gubernamental investigar y sancionar a quienes son responsables de esta arbitrariedad ambiental, el problema es parte de nosotros. Como sociedad hemos llegado a un punto de no retorno, en el que los vacacionistas debemos asumir mayor responsabilidad sobre el impacto de nuestra presencia y lo que ello implica en los mares.

Todos soñamos con las vacaciones en la playa, y para seguir experimentando una sensación liberadora al meternos al mar, debemos también poner cartas en el asunto y cerciorarnos que los lugares que habitamos sean sustentables y no contaminen al medio ambiente. No sirve sólo denunciar, o compartir fotografías, sino ser turistas responsables del sitio que ocupamos.

Si el gobierno está rebasado y a los constructores no parece importarles el daño irreversible que las descargas a cielo abierto causan al ecosistema, debemos ser nosotros los que, más allá de sólo fijarnos en la comodidad del departamento en donde vamos a quedarnos, o si pensamos comprar una propiedad en la playa, asegurarnos que ésta se haya construido con los mejores estándares de calidad y por supuesto no descargando aguas residuales al mar.

Ser turistas responsables y sustentables está en nuestras manos, asumamos la decisión informada que conlleva que nuestra presencia no sume a la degradación del medio ambiente.

Contacto:

Valeria León es reportera especializada en medios internacionales. Ha sido corresponsal de noticias para el canal turco TRT World, así como productora de documentales en Venezuela y para el canal chino CGTN.

Twitter: @valerialeony

Instagram: @valecah

Esta columna fue originalmente publicada en Forbes México.

 

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